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Sí, hombre sí, ya hay vida en la Luna / Por Manuel Peinado

Sí, hombre sí, ya hay vida en la Luna / Por Manuel Peinado

El módulo de aterrizaje de la nave china Chang’e-4 alunizó en la cara oculta de la Luna el pasado 3 de enero, según la hora de Beijing. Llevaba vida a bordo.

Con la llegada de los chinos, surgen un par de preguntas: ¿Por qué vemos siempre la misma cara de la Luna? ¿Por qué la cara oculta selenita tiene menos cráteres que la cara que siempre vemos? Estas son, expuestas con la mayor brevedad de la que soy capaz, las respuestas.

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Empezaré por recordar que la Luna, satélite de la Tierra, gira alrededor de esta. El tiempo que tarda nuestro satélite en dar la vuelta completa alrededor de la Tierra es de 27,32 días, exactamente el mismo que el de su propia rotación alrededor de su eje. Por eso vemos siempre la misma cara y por eso le dimos a la oportunidad a Pink Floyd de que grabase uno de sus mejores discos The dark side of the Moon. Aquí les dejo el álbum completo. Ahora, aunque soy consciente de la preclara inteligencia de mis lectores, permítanme que lo explique con este vídeo tan breve como didáctico.

Volvamos a lo nuestro. La cara visible de la Luna (también conocida en otras culturas como «el hombre de la Luna» o «el conejo de la Luna»), es la figura aparente que, echándole mucha imaginación o un algún que otro porro, dibujan los cráteres lunares durante el plenilunio. Según las diferentes culturas que refieren este fenómeno, pueden verse también otras figuras que cada quien interpreta a su modo dependiendo del alucinógeno que haya tomado.

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Desmitifiquemos ahora un poco y echemos un cuarto a espadas por Gagarin y los cosmonautas rusos. Antes de que Neil Armstrong hollase nuestro satélite en julio de 1969 tras haber llegado hasta allí en el Apolo XI, varios vehículos robóticos recorrieron los 384.000 kilómetros que nos separan de doña Catalina para que los científicos pudiesen poner a punto las misiones tripuladas posteriores. Fueron los rusos quienes dieron los primeros pasos. Lanzado a bordo de un cohete Protón, el Lunokhod 1 alunizó sano y salvo el 17 de noviembre de 1970. Su aspecto recordaba al de un robot de una truculenta película de “clase B”, pero fue construido utilizando lo mejor de la ciencia rusa de la época y, para pasmo de propios y extraños, continúa mandando señales como si tal cosa. El primer robot de aspecto moderno en alunizar el 15 de enero de 1973 fue el soviético Lunokhod 2, mientras que la nave Lunokhod 3 había sido la primera en enviar imágenes de su superficie en 1968.

Cuando ese año llegaron a Tierra las primeras imágenes del lado oscuro de la Luna (le llamaron oscuro porque no se conocía, no porque la luz del Sol no llegara hasta allí; hubiera sido más exacto llamarle oculto, pero así son las cosas) los astrónomos se dieron cuenta a la primera, como lo hubiéramos hecho usted y yo sin mayores conocimientos de Astronomía, de que, en ese lado desconocido, siempre de espaldas a nuestro planeta, no había ni hombre, ni conejo, ni nada que se le pareciera. Allí hay valles, montañas y cráteres, pero ninguno de esos extensos mares inertes. Todo un misterio.[1]

El meritado misterio tardó más de cincuenta años en desvelarse. Lo hicieron unos astrónomos de la Universidad de Pennsilvania en un artículo publicado en 2014 en la revista The Astrophysical Journal que les dejo en este enlace para que se entretengan. Por no aburrirles mucho, lo que se concluía en aquel artículo era que, como consecuencia de su formación, la ausencia de mares en el pynkfloydiano lado se debe a una diferencia en el espesor de la corteza lunar.

La historia comienza hace 4.500 millones de años, cuando un objeto del tamaño de Marte, bautizado como Theia, chocó violentamente contra la Tierra. En aquel colosal Armagedón, capas externas de la Tierra y de ese misterioso Theia salieron disparadas hacia el espacio y con el tiempo formaron la Luna. Ni que decir tiene que después del enorme impacto, la Tierra y la Luna estaban muy calientes.

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Mapa en relieve de la Luna creado a partir de datos

de la sonda japonesa Kaguya (versión en alta resolución aquí).

La Luna, que es mucho más pequeña que la Tierra, se enfrió más rápidamente. Debido a que ambas tuvieron un anclaje de marea desde el principio, la Tierra todavía hirviente –a más de 2.500 grados centígrados- emitía su calor hacia el lado cercano de la Luna. El lado más alejado de la Tierra en ebullición se enfrió lentamente, mientras que el que miraba hacia nuestro planeta se mantuvo fundido, creando una diferencia de temperatura entre las dos caras, fenómeno termodinámico que cualquiera puede comprobar arrimando el trasero a una estufa.

Esa diferencia fue importante para la formación de la corteza lunar, que tiene altas concentraciones de aluminio y calcio, elementos que son muy difíciles de vaporizar y que se condensaron preferentemente en la atmósfera de su parte fría debido a que la cara visible todavía estaba demasiado caliente. Cientos de millones de años más tarde, ambos elementos se combinaron con silicatos en el manto de la Luna para formar un tipo de feldespatos que, a modo de armadura o cáscara, formaron la corteza de la Luna. La cara oculta tiene más de estos minerales y es más gruesa.

Ahora, la Luna está completamente fría y no está fundida bajo la superficie. A principios de su historia, grandes meteoritos golpearon la cara visible liberando grandes mantos de lava basáltica que formaron los mares lunares. Los meteoritos también golpearon la cara oculta, pero en la mayoría de los casos la corteza era demasiado gruesa y no brotó basalto magmático, de forma que el lado oculto está repleto de valles, cráteres y montañas, pero casi falto de mares.

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El módulo Yutu 2 rueda sobre la superficie lunar poco después de su alunizaje. Fuente CNSA.

Y hasta allí ha llegado por primera vez el módulo de alunizaje Yutu 2 de una nave espacial china, la Chang’e 4, llevando vida con ella. Comunicarse con un módulo de aterrizaje o rover desde el lado oculto es difícil, ya que la totalidad del cuerpo sólido y rocoso de nuestro satélite bloquea las señales directas que viajan de un lado a otro. Para resolver este problema, China lanzó un satélite llamado Queqiao en mayo pasado. Queqiao se colocó en el punto Lagrange-2, un lugar gravitacionalmente estable situado más allá de la Luna desde el cual podrá transmitir comunicaciones entre el control de la misión y la Chang’e 4.

Un pequeño recipiente en el Yutu 2  contiene semillas de patatas y de Arabidopsis thaliana, una planta relacionada con la col y la mostaza, que es muy utilizada en biotecnología, así como huevos de gusano de seda. La idea es que las plantas suministren oxígeno a los gusanos de seda y que, a su vez, estos proporcionen a las plantas el dióxido de carbono (emitido en la respiración animal) y los nutrientes necesarios gracias a sus desechos. Los investigadores observarán las plantas para ver si realizan con éxito la fotosíntesis y crecen y florecen en el entorno lunar.

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Inflorescencia de Arabidopsis thaliana

El experimento de esta liliputiense «biosfera» es el resultado de una colaboración entre 28 universidades chinas, liderada por la Universidad Chongqing. El experimento, que tendrá lugar dentro de un cilindro de aleación de aluminio de 0,8 litros, pesa alrededor de tres kilogramos e incluye abono orgánico, nutrientes y agua. La luz del sol se filtrará en el contenedor a través de un tubo y unas microcámaras observarán el minúsculo entorno. Los datos se remitirán a la Tierra mediante un sofisticado sistema de transmisión visual.

¿Por qué la patata y Arabidopsis? Porque el período de crecimiento de Arabidopsis es corto y fácil de observar. Y la patata podría convertirse en una fuente importante de alimentos para los futuros viajeros espaciales. Arabidopsis ha crecido en el espacio antes, en un experimento en la Estación Espacial Internacional que mostró que sus hojas parecían subir y bajar al detectar la gravedad lunar. Pero si la planta florecerá en el lado oculto de la Luna sigue siendo una pregunta sin respuesta.

Ya hay vida en al menos otro lugar en el sistema solar, aunque solo sea porque los chinos la hayan puesto allí.

Por Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca

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[1] Si quiere ver un video del Polo Sur del lado oculto de la Luna filmado por la cámara de una de las naves gemelas GRAIL (Gravity Recovery and Interior Laboratory), lanzadas por la NASA en 2012, no tiene más que pulsar en este enlace. Si desea ver unas espectaculares imágenes en 3D de las exploraciones lunares, cliquee en este otro.