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Revolución en la formación continua / Por José Luis Cuesta

Revolución en la formación continua / Por José Luis Cuesta

Como enamorado de la formación empresarial que soy, a la que he dedicado más de 30 años de mi vida laboral, aunque no me considero ningún experto, quisiera, una vez jubilado, hacer una serie de consideraciones que espero le puedan interesar a alguien que esto pueda leer.

En numerosas ocasiones, he oído a responsables de empresas de todo tipo de sector y tamaño la siguiente argumentación: “para que voy a formar a mis trabajadores, si una vez formados me pedirán subida de salario o se irán a otra empresa”. Mi contraargumentación siempre ha sido la misma, copiada de Henry Ford: “Solo hay una cosa más cara que formar a un trabajador y que se vaya, no formarle y que se quede”.

La interpretación de esta fase tiene una doble vertiente. Desde el lado de la empresa, viene a decir: la empresa que quiera ser competitiva debe cuidar la formación de sus trabajadores, en caso contrario correrá el peligro de desaparecer. Y desde la óptica del trabajador, le viene a advertir que su perfil profesional debe estar continuamente actualizado parta poder adaptarse a los nuevos conocimientos y competencias que el mundo laboral exija, ya que de lo contrario será expulsado del mismo.

Una segunda cosa que siempre me ha sorprendido en mis múltiples reuniones es la gran importancia que los responsables de las empresas le dan a los títulos universitarios. A lo que yo siempre les respondí, que la formación es algo más, ya que se puede aprender mediante la asistencia a cursos sin que tengan una titulación oficial, leyendo artículos o seguir a profesionales especializados en la materia que a cada persona le interese, para crecer tanto profesional como personalmente. He de decir que en estos últimos años he ido percibiendo un menor énfasis, por parte de la empresa en la titulitis, y más en la capacitación para el puesto de trabajo. Lo que me alegra.

En la actualidad los estudiosos apuntan que de aquí a 2030, es decir en 10 años, se perderán unos 75 millones de empleos debido a la automatización, si bien se crearán 150 millones basados en diferentes materias relacionadas con la tecnología (inteligencia artificial, programación y diseño, o robótica, entre otras), lo que implicará necesariamente nuevas especializaciones, es decir, la formación de las personas debe continuar a lo largo de toda su vida laboral, y no solamente me refiero a las que realizan trabajos físicos, sino que también se verán afectadas millones de personas que hoy desempeñan funciones en los distintos departamentos administrativos de las empresas.

En resumen, tanto las empresas como sus trabajadores deben plantearse de forma inmediata una revolución formativa, ya que se van a necesitar nuevos conocimientos y habilidades para el reto que les espera, que no es otro que un cambio radical en las organizaciones y por tanto nuevas responsabilidades.