la Luna del Henares: 24 horas de información

Pilar Lledó: Alcalá republicana / por Vicente Alberto Serrano

Pilar Lledó: Alcalá republicana / por Vicente Alberto Serrano

Desde La Oveja Negra

 

En 1938 la editorial Nuestro Pueblo publicaba Madrid, un libro tal vez demasiado entusiasta, pero necesariamente optimista y reivindicativo, que el escritor peruano César Falcón no dudó en dedicar a los «Jóvenes de todas las ideologías proletarias, de todas las organizaciones obreras, de todos los partidos antifascistas que luchan en las trincheras de Madrid.» Sus páginas rebosaban mucho más que un canto épico a la heroica defensa de la capital de España. Fechado en mayo de 1938, el epílogo se convertía necesariamente en toda una declaración de esperanza para tiempos venideros: «La guerra sacudirá todavía muchos meses las tierras españolas. El fascismo dará coletazos terribles sobre ellas antes de hundir para siempre la cabeza en la derrota». Sin embargo transcurrieron meses aciagos y con el ‘¡Hemos pasao!’ toda ilusión se tiñó de luto. Si a estas alturas regreso sobre aquel libro olvidado es para evocar sus primeros capítulos, en los que Falcón nos narra, con clarificadora maestría, la ilusionante victoria del Frente Popular el 16 de febrero de 1936, pero también sus inmediatas consecuencias, porque desde ese mismo momento comenzó a percibirse en el ambiente la inminencia de un levantamiento fascista, alentado por la iglesia y el ejército. Resulta muy significativo que el capítulo III lo titule: ‘El chispazo de Alcalá de Henares’, y que lo inicie de este modo: «Hoy resuena en toda España el nombre de Alcalá de Henares. Los oficiales del Regimiento Ciclista, que desde hace muchos meses están comprometidos en el complot, se han sublevado.» Después describe como los rebeldes recorren las calles obligando a los obreros a descubrirse ante ellos, cuadrarse con el saludo fascista, para terminar recluyéndose atemorizados en sus hogares; las tiendas quitan de sus escaparates las insignias y los colores republicanos, mientras las tropas toman las esquinas, colocando ametralladoras y cañones en los puntos estratégicos. «El levantamiento de Alcalá de Henares ha confirmado las noticias de la conspiración».

 

Madrid Cesar Falcon

Cubiertas de la primera edición de “Madrid” (1938) y de la reedición actual.

Luces y sombras en tiempos de paz

El punto de arranque del libro de César Falcón se convierte –de algún modo– en el colofón de la obra que la historiadora Pilar Lledó Collada ha publicado hace pocos meses con el título Luces y sombras en tiempo de paz. Alcalá de Henares en la Segunda República (Ed. Domiduca). Incluso la autora cierra el último capítulo, titulado ‘La fracasada sublevación militar del 20 de julio de 1936’, con una clara propuesta a continuar la narración: «…pero eso da para otra historia y es mucho más larga, trágica y compleja», remitiendo con una nota a otra obra suya, Alcalá en Guerra (Ed. Brocar), publicada hace veinte años, agotada e incompresiblemente no reeditada hasta hoy. Un volumen complementa perfectamente al otro, pero ambos están necesitando de nuevo el esfuerzo y el rigor de Pilar Lledó para tratar de cerrar la trilogía con una documentada historia de la compleja, larga y penosa Posguerra en Alcalá. Documentación no le va a faltar, me consta que ella misma ya ha investigado bastante sobre el asunto. Bibliografía tampoco, tiene muy a mano los certeros datos que le puedan aportar Julián Vadillo y José María San Luciano con dos títulos fundamentales que también ha publicado la editorial Domiduca: La explosión del polvorín en Alcalá de Henares (1947) y El incendio y destrucción del Archivo General Central. Alcalá de Henares, 1939. Imprescindibles para arrancar –en este caso– un periodo con muchísimas más sombras que luces.

 

Una República ilusionante

Aquel 14 de abril de 1931, en plena primavera madrileña, una muchedumbre frenética de alegría y de triunfo, ocupó pacíficamente el centro de la capital para celebrar la llegada de la República. Las elecciones municipales, celebradas dos días antes, habían sido ganadas por los políticos caciquiles en la mayoría de las poblaciones rurales, pero en las grandes ciudades y en núcleos de población de histórica y combativa tradición democrática, se impusieron las actas republicanas y fue así como el país entero, la clase política y el propio rey tuvieron que aceptar el resultado de unas urnas que condenaban la monarquía. Entre las escenas gratificantes de una ciudad entera, un país entero tirado a las calles aquel mes de abril del 31, rodeados de banderas rojas, lilas y amarillas, reclamando una esperanza de futuro, y aquella otra sobrecogedora foto de Robert Capa, de finales de marzo de 1939, con las tropas republicanas derrotadas entrando en Francia; ya sin banderas, sino con maletas desvencijadas como únicas armas al hombro, formando una hilera que parece infinita, embutidos en viejas mantas y capotes y conducidos por un gendarme hacia la nada. Entre esas dos imágenes tan solo mediaron ocho años, posiblemente los más intensos de nuestra historia contemporánea. No los llegamos a vivir, pero a través de lecturas y testimonios los hemos sentidos como nuestros. Ya nos hubiese gustado formar parte de aquellos 400 000 correligionarios que un 20 de octubre de 1935 acudieron al Campo de Comillas para escuchar en uno de sus Discursos de campo abierto decir a Azaña aquello de: «Es preciso tener en cuenta que la República es de todos los españoles y que ésta vino para beneficio del pueblo español, para su engrandecimiento, su prosperidad, su paz, para la satisfacción de sus anhelos de justicia, hasta ahora nunca colmados».

Cubiertas Lledo

Cubiertas de las dos obras imprescindibles de Pilar Lledó Collada.

 

Alcalá Republicana

Sumergirse en las páginas de este último libro de Pilar Lledó supone, de algún modo, la ilusión de sentirse parte integrante de aquellos breves, pero apasionantes años. Más, si tenemos en cuenta, que nos está hablando de nuestra tierra; de una escenografía y unos personajes que nos resultan bastante familiares. La virtud de éstas páginas consisten, además y sobre todo, en que están construidas desde el rigor y la independencia que le infiere su especialidad en Historia Contemporánea y un buen oficio en saber desmenuzar infinidad de documentos olvidados y las páginas de los medios de comunicación de la época, desde los diarios, a las revistas ilustradas. Me hubiese gustado compartir la lectura de este libro con Manuel Chaves Nogales, conocer su opinión, porque hace años fueron sus escritos los que me ayudaron a descubrir esa senda perdida que nuestra generación no tuvo ocasión de conocer.

 

Desde la fuga de Juan March hasta el plante en los presidios

Afirma Pilar Lledó en la introducción a su libro que: «La Segunda República fue mucho más que el prólogo de una guerra civil. Tuvo personalidad y trascendencia propia. Supuso el primer intento democrático que vivió España y, en apenas cinco años, intentó reformar las obsoletas estructuras económicas, sociales y políticas de un país». Entre las luces y sombras de aquel tenso tiempo de paz, la autora nos narra la rocambolesca fuga en –en connivencia con algunos funcionarios– de Juan March, la noche del 3 de noviembre de 1933, desde los Talleres Penitenciarios, hoy convertidos en Parador Nacional o el plante de los reclusos –el 17 de junio de 1936– en la antigua Galera de Mujeres transformada por aquellos años en Campo de Concentración para vagos y maleantes y hoy convertida en inquietante ruina. Pilar también nos describe la visita de Alcalá Zamora y Azaña en la ceremonia de colocación de la primera piedra del controvertido Manicomio Provincial que paradójicamente acabaría destinado a instalación militar. La visita de Herriot, presidente del Gobierno francés que sería agasajado en la Hostería del Estudiante. La presencia de Clara Campoamor en el Paraninfo complutense para celebrar su inscripción como la primera mujer que ingresaba en el Colegio de Abogados de Alcalá. Describe asimismo la labor llevada a cabo por alcaldes como Juan Antonio Cumplido o Pedro Blas y hasta el incidente que tuvo lugar con motivo del enlace entre Constancia de la Mora e Ignacio Hidalgo de Cisneros que estrenaban la ley del divorcio de 1932 con ciertas dificultades, pero finalmente con padrinos de excepción. Son apenas unos breves apuntes de una obra que recomiendo de lectura obligada, no solo para tratar de conocer y entender nuestro pasado inmediato, sino para utilizar como material pedagógico y asumir que en vez de añorar todo aquello que perdimos, en estos tiempos sombríos que nos amenazan, merece la pena mantener y defender las libertades que hasta ahora hemos ido consiguiendo.