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París: que no nos ganen, defendamos la alegría / Por Carmen Carmona

París: que no nos ganen, defendamos la alegría / Por Carmen Carmona

Por Carmen Carmona (*)

Más partidaria cada vez de las “quedadas” a mediodía que de las noches que se alargan, el sol del viernes y un rato de risas con una copa de vino hacían presagiar un agradable fin de semana con el que compensar tristezas sobrevenidas horas antes. Otros decidisteis salir el viernes por la noche. En Alcalá, en Madrid, en Salamanca, en París… Un buen plan, en todos los casos.

De repente, el caos en París. Los demás, testigos espeluznados de un drama conocido, repetido. Un horror ya habían vivido antes en París y también en Nueva York, Londres o Madrid. Y en Alcalá. También en países que nos quedan más lejanos, pero que cada día sufren desastres a bocajarro, vidas descuartizadas, familias desmembradas. Líbano, Nigeria, Afganistán, Siria.

París nos trae mucha información, a veces demasiado apresurada y demasiado inexacta, pero ese es otro tema. Muchas opiniones, unas más sensatas que otras, todas necesarias y casi todas respetables. Causas y soluciones. Malos y buenos. Culpables y víctimas.

Con toda sinceridad reconozco que no estoy preparada para ese debate, que se lo dejo a otros. Sí traigo esta perspectiva que plantea Antoni Gutiérrez-Rubí en el artículo Odio contra ocio, del que transcribo un fragmento, pero que recomiendo leer íntegro:

Nos quieren atemorizados y paralizados (…) Así nos quieren: derrotados en nuestros corazones, ánimos y valores. Quietos, inmóviles, encerrados (…) Hoy lloraremos, pero mañana volveremos a bailar y dibujar. Para ganar la batalla de las ideas y los valores. La auténtica gran batalla”.

Amén.

La vida se nos escapa, a veces a chorros, a veces en un goteo de tragedias. Pero mientras vivamos, hagamos caso a Mario Benedetti y defendamos la alegría:

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar 

y también de la alegría.

* Carmen Carmona es periodista