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Pablo Carbonell: «Los sátiros somos filósofos deprimidos más que gamberros»

Por Óscar Sáez / @oscarsaez

El Teatro Salón Cervantes abre las Ferias de Alcalá con Pablo Carbonell, tierra fetiche para este ‘showman’ que allá por dónde pasa deja una sonrisa. Su espectáculo, ‘El Mundo de la Tarántula’ –por una confusión con el término farándula- emociona, hace reír y llorar. Los buenos recuerdos de estas Ferias comienzan con sus memorias. (Función Viernes 25: 21,30 horas, Teatro Salón Cervantes).

¿Cuándo te picó el mundo de la tarántula?

Desde muy pequeñito. Ahora se acaba de morir Jerry Lewis y recuerdo como salíamos del cine todos mis hermanos haciendo el ganso. No es mi incitador al mundo del espectáculo, yo iba para cantante y fue porque canté en el colegio, en los Salesianos, con los diez años, donde probé ese veneno llamado aplauso y ahí fue cuando sentí el aguijonazo de la tarántula.

¿Siempre has querido ser artista?, ¿o cuándo eras pequeño preferías ser futbolista?

Siempre quise ser artista. El fútbol ha sido mi enemigo. Mis amigos se ponían a jugar al fútbol y yo me dedicaba a filmarlos. Me ponía las manos como si estuvieran manejando una cámara de manivela. Siempre he tenido un cineasta de niño en la cabeza.

Con todos los respetos, cantar, cantamos regular, bailar, bueno… ¿Qué se den las cosas regular y te salgan tan bien cuál es el éxito?

Es algo similar a lo que hacía Lola Flores, que decían ni canta ni baila, pero no se la pierdan. No me puedo comparar con Lola Flores. He tenido un problema de soberbia muy grande y he considerado que siendo autodidacta iba a ser más auténtico y no he dado clases de voz hasta hace cuatro años.

¿Y ahora cantas mejor o peor?

Ahora canto mucho mejor, lo que es bastante más aburrido. Antes se podía hacer un efecto muy bonito y es que la gente me veía y decía eso también lo puedo hacer yo. He generado mucha cantera.

¿Antes generabas mucha empatía y ahora envidia?

Antes generaba cantera. Qué bien se lo pasaba este. Y luego descubren que no. El rato del escenario puede ser bueno, pero a su alrededor hay muchos miedos, nervios, curvas mal puestas…

Parece que te tomas a cachondeo, que te descojonas de todo. ¿Eres así las 24 horas del día?

Qué va. Me gusta bromear, pero me rodeo de gente mucho más graciosa que yo, que no se dedica al espectáculo. Me gusta hablar en serio, aunque también bromear y ver sonrisas a mi alrededor.

¿Qué no te hace ni puta gracia?

No me hace ni puta gracia la incultura, que es el mal que nos acecha.

¿Y se está extendiendo? ¿Parece que nos pica todo más tenemos menos sentido del humor. ¿Estamos cambiando para mal?

Contra esta gente, lo mejor es unfollow. La gente que se la coge con papel de fumar me tiene un poco hartito, y no sé cuándo se van a cansar. Estamos perdiendo muchas libertades y tampoco se mejora en lo que hay que mejorar.

En tu estado de WhatsApp pones que estás en ello, ¿en qué estás?

En lo de siempre, en levantarme por las mañanas e intentar sacar partido al día. Como diría el maestro Javier Krahe, en resucitar todos los días. Hay algo en mí, que me gusta poco ensayar. Cuando se me ocurre algo, me pongo a hacerlo la mañana siguiente, pero lo hago delante del público, tirando la paciencia de la gente, con el working progress, digamos, alucinantemente. La gente, cuánta más paciencia tiene conmigo, mejor se siente.

En una entrevista dijiste que tenías unos tíos que eran una monja, profesor de matemáticas, de historia clásica… ¿De dónde sale el humor?

Con eso intentaba explicar que tenía un gen didáctico. Que la gente que viene a ver mi espectáculo va a aprender cosas. Te puedes reír y emocionar, pero también aprendes de qué mimbres están hechas este tipo de fantasías en las que nos vemos. Hay una tramoya y un pensamiento y es un poco lo que enseño con este espectáculo.

Las críticas del espectáculo están siendo buenas.

He tenido muy buenas críticas y la gente se va contenta porque se lo pasa bien, se emociona, llora, ríe, ve un espectáculo de teatro real, no hay ficción. Todo lo que ve es verídico, aunque dramatizado.

¿Nos vamos a hacer agüita amarilla de reír y llorar?

No me voy a hacer de spoiler. Desde luego que canto las canciones más importantes de mi vida y algunas sólo las recuerdo.

Con la realidad tan absurda que vivimos, en la que todo se saca de quicio… ¿Pedro Reyes sería la persona más cuerda?

Pedro Reyes siempre ha sido una persona muy cuerda, lo que pasa es que puso a trabajar al neurótico que tenía dentro. Pero Pedro y yo teníamos conversaciones de lo más pausado y de  lo más pragmático.

¿No les veo dialogando sobre cambiarse de tarifa eléctrica?

No de eso, pero sí de la familia… Con Pedro he hablado de todo menos de política y de fútbol, que nos aburría mucho. Durante el tiempo en el que trabajábamos, el mayor tiempo hablábamos de subsistencia, de ver dónde podíamos encontrar el dinero.

¿Al final no se os dio mal?

Al final encontramos una manera de ganarnos la vida, encontrar familia y reproducirnos.

¿Cuánto contribuyó Caiga quien caiga en que Esperanza Aguirre fuera presidenta de la Comunidad de Madrid?, ¿se arrepienten de darle tanta popularidad?

No, hombre, yo no la he votado y tampoco me cae especialmente mal. Conmigo siempre ha sido simpático y no creo que lo hiciera en ser famoso, sino porque igual le daba lástima. Debía quedarse perpleja, porque no hay ningún libro que te indique cómo reaccionar ante un periodista con esa actitud.

Ahora se ve más, pero cuando empezastéis vosotros fue bastante rompedor.

Fue un hito de la televisión, pero aquellas balas de gomas con las que disparábamos, aquel periodismo espectáculo, actualmente se quedarían en poco. Ahora mismo hace falta meter más cera. Quizás porque los políticos se han portado peor. Antes había más optimismo y éramos más confiados y felices. Estamos en otro momento, no está la cosa para bromas.

¿Sigue siendo gamberro?

Nunca fui gamberro. Una de las cosas que va a ver la gente en la función es que todos los actos, por muy delirantes que fueran, tienen una intención, vienen de una reflexión, de una intención iconoclasta o destructiva, o una sátira. Los sátiros somos filósofos deprimidos más que gamberros.

Entonces, decimos a los alcalaínos que vayan este viernes a llenar el teatro.

Que hagan lo que les dé la gana. Aunque claro, entre ir al teatro y no… Además, Alcalá siempre se me ha dado bien. Allí estrené La curva de la felicidad, e invité a la que es hoy la madre de mi hija y mi esposa. Le hice que viniera a verme a Alcalá.

Para terminar, ¿qué quieres ser de mayor?

Todavía soy un niño, me falta mucho todavía.