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No nevó / Por Víctor Alonso

No nevó / Por Víctor Alonso

Garrapiñados somos…

No nevó al final. Y sólo faltó eso. Que nevara. Un follón, seguro. E incomodo también. Pero que colofón ¿Eh? Con las navidades tan completitas y bien equipadas que hemos tenido. Seguro que sabe de qué le hablo. Unas navidades hasta con su parque de atracciones. Tan céntrico y bien comunicado. Con noria y todo. Y ese árbol-abeto con su estrella roja en lo alto, que daba gusto verlo/a.

Y es que la navidad de Alcalá tiene de todo, o casi. Hasta carrera de San Silvestre el día de fin de año. Pudo parecer que algún kilómetro se iba a disputar en la provincia de Guadalajara, pero no. Falsa alarma. Llegando a la Dehesa dio la vuelta y volvió al centro. La versión ”internacional” tendrá que esperar a otra edición.

Pero de verdad que si llega a nevar, ahora que además hemos vuelto a tener pista de hielo, nos salimos. Bueno, la pista casi se sale literalmente -si hablamos en el sentido geográfico del término- porque el recinto ferial en diciembre es un emplazamiento cuando menos “exótico”. Por cierto. A la vera de la pista de hielo, otra noria. Más grande que la primera.

Que tenemos de todo. Sigo. Dos belenes y también un nacimiento. Que dirá usted que eso son tres belenes en total. Y no. Nacimiento, o misterio si nos ponemos finos, es cuando sólo aparecen la Sagrada Familia, sus mascotas y opcionalmente los Reyes Magos. Un belén con todos sus avíos ya es otra cosa y constituye en si mismo un sentido homenaje a la ciudadanía (Cuidado, palabra de moda. Ignoro si incluye o no a los que viven en pueblos) de hace dos mil años. A las profesiones liberales, al sector agropecuario. También, a la peculiarísima orografía reinante y la vegetación que la recubría. Ya sabe, desiertos nevados, montañas plagadas de riscos imposibles, flora esteparia/tropical, ríos tan bruñidos como caudalosos… y todo ello bajo un cielo plagadito de estrellas… ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no. Uno de estos belenes que le cuento, por tener, tenía hasta Catedral. Poderío se llama eso. El “nacimiento” antes citado acampaba en el polivalente quiosco de la música. Si me disculpan, éste, no lo comentaré.

¿Y que trajo también la Navidad al paisaje alcalaíno? Sí hombre, sí. Se los encontraba uno a la vuelta de la esquina. Como el título de película… “De repente, un bolardo”. Que yo no sabía, y lo he buscado en el diccionario, que un bolardo es cualquier cosa que cumpla con la función de impedir el tráfico rodado. No implica ni forma ni tamaño… nada de eso. Cualquier cosa es un bolardo si cumple tal función, y por supuesto que un bloque de cemento de tonelada y media la cumple. Y si ha visto algún bolardo con ruedas y sirenas en lo alto no se extrañe, yo también los he visto. Aceptamos pulpo. No seré yo quien diga que no deben estar ocupado el lugar que ocupan (los bolardos) para cumplir con la función que cumplen, tristemente  necesaria y recomendable, pero animo a quien competa este asunto, dada la laxitud de la definición, a darle una vuelta al tema. Alcalá merece alternativas a su medida. Sus paseantes, también.

No. No nevó al final, pero casi. Eso, de momento, no depende de nosotros. Pero no hay nada imposible. Con los apoyos suficientes, qué se puede resistir  al mandato popular de la mayoría…alcalaína.

Víctor A.