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Nacidos para perder / Por Juan Trenado

Nacidos para perder  /  Por Juan Trenado

No, no es que con la inminente llegada del verano me haya dado un ataque agudo de derrotismo. Llevo algún tiempo divagando sobre que nosotros, la gente de a pie, hemos nacido inevitablemente para perder. Lo veo constantemente. Veo cómo cada día mucha gente vive asfixiada por la maquinaria del mundo actual cuyos engranajes mueven solo los más poderosos. Veo cómo los sueldos, que cada vez cunden menos, van prácticamente en exclusiva a pagar abusivas facturas que nos imponen las grandes empresas energéticas sin que podamos decir ni “mú”. Veo que abusan constantemente protegidas por los gobernantes, por los bancos, por las instituciones… Veo como el Banco de España se burla de nosotros y se jacta de decir que los pobres vivimos por encima de nuestras posibilidades. Veo que los recortes y medidas de los últimos años nos van hiriendo como pequeñas sanguijuelas que, en lugar de sanarnos, simplemente nos desangran y nos absorben poco a poco la vida. Supongo que es lo que nos ha tocado. O tal vez siempre haya sido así.

Hay días de esos en los que parece que la vida ahoga más de lo que solemos soportar. Miramos a nuestro alrededor y vemos que la báscula de la justicia tiene más vicios que la garrota de un viejo; que los políticos en este país, preocupados exclusivamente por mirarse el ombligo, no solo no son capaces de hacer su trabajo sino que, levantando más muros que Minas Tirith, tampoco están dispuestos a dejar que los demás lo hagan: o que el tema de los autónomos en España es (y seguirá siendo hasta que alguien le quiera poner remedio) una broma de mal gusto. Miremos donde miremos, solo hace falta rascar un poco para encontrar algo que no es como debería de ser en un mundo ya no perfecto pero, al menos, equilibrado como tendría que ser.

¿Qué tiene que ver esto con la literatura? Pues todo y nada. Diré que estoy bastante cansado de encontrar libros que venden cientos de miles de ejemplares y cuyos autores poseen una calidad mucho más que discutible. O películas en las que se despilfarran millones de dólares en efectos especiales o en actores de renombre, pero que no valen ni el papel en el que están escritos sus guiones. El arte, para las grandes editoriales así como las grandes productoras cinematográficas, no suele ser su preocupación principal sino que lo que les importa es la visión global de negocio (lo cual, por lo que a mí respecta, es absolutamente lícito). De ahí que haya surgido en los últimos años una ingente profusión de autores que vienen de ser presentadores de televisión, actores, políticos, músicos, youtubers, instagramers, y cualquier otra cosa que acabe en “ers” y que tenga unas decenas de miles de seguidores. Desde luego, el panorama literario ha cambiado muchísimo a lo largo de los siglos, y resulta visible que mucho más en las últimas décadas con la llegada de Internet y las redes sociales.

¿Importa? No. La rueda sigue girando. Al final lo peor de todo es que existe una literatura alternativa a la que pertenecen cientos de autores con obras realmente notables, originales, atrevidas, distintas y llenas de calidad, pero menospreciadas por no venir de una editorial de gran tamaño o por haber vendido tan solo unos puñados de ejemplares. Al mismo tiempo, la gente seguirá discutiendo sobre lo último de conocidos autores aunque muchos de sus textos podría haberlos escrito una misma persona (sin importar quién) como si se tratara de un puré fabricado con una especie de minipimer literaria en la que todo sabe igual.

Hace poco, encontré una de esas innumerables listas con lecturas indispensables que toda persona debería leer… ya sabéis… antes de pagar al barquero el último viaje, e incomprensiblemente (algo que todavía no he conseguido decidirme en si resulta cómico o absolutamente trágico), se podían encontrar mezcladas obras clásicas de la literatura con bestsellers actuales en un marco de valoraciones que daban lugar a que Hamlet estuviera, por ejemplo, muy por debajo de Tormenta de espadas (G.R.R.Martin), o a que Los juegos del hambre (que me parece una novela juvenil interesante, lo cortés no quita lo valiente) estuviera mucho mejor valorada que El extranjero de Camus. Supongo que así es el mundo actual.

¿Hemos nacido para perder? Sinceramente, creo que sí. ¿Deberíamos rendirnos? Pues no. Como le he oído mil veces decir al genio, la literatura tal vez no nos hace mejores pero sí más resistentes. Me gusta lo independiente y lo alternativo. Me gusta la gente que lucha a pesar de no tenerlo fácil. Me gusta la diferencia. Debemos encontrar nuestro lugar. Apostar por la calidad y la supervivencia y demostrar que hay todo un mundo más allá de los superventas. Que existen cientos de editoriales de pequeño tamaño, miles de pequeños proyectos, que ofrecen todo un universo que merece la pena descubrir.

Os invito a todos a que leáis algo de personas de vuestro entorno. Seguro que casi todo el mundo tiene un familiar, un amigo o un compañero de trabajo que ha escrito algo. Dadle una oportunidad. Leedlo con la mente abierta y compartid vuestra opinión y vuestro apoyo, para que esa persona pueda continuar avanzando en su camino sin importar el éxito que el futuro le depare.

En esta ocasión voy a recomendaros, además de cualquiera de las obras de autores noveles publicadas por Inventa Editores, su última propuesta Donde reside la memoria, una obra de varios autores que nace de la escuela de escritura que dirige el premio Ciudad de Barbastro 2017, don David Vicente. En esta obra podremos encontrar relatos contados con maestría, algunos con tintes más autobiográficos, otros sacados de terrenos de la imaginación, en los que el hilo conductor tiene que ver con la importancia de la memoria y los recuerdos. Dieciséis relatos escritos con un buen puñado de talento y que seguro harán que el lector traiga a la superficie algunas de sus propias vivencias. Os recuerdo también que la presentación de la obra será en Alcalá de Henares, el día 18 de junio a las 20h en Tyché (C/Nebrija, 5), para todo aquel que desee acercarse a tomar algo y conocer a sus autores. Seguro que como siempre habrá más de una sorpresa.

Sin más, solamente me queda recordaros que la literatura es mucho más que los superventas que copan los grandes almacenes. Buscad lo único, lo diferente, y disfrutad al máximo de vuestras lecturas este verano.