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Las «leonas desconocidas»: las chicas del Rugby en Alcalá de Henares

Las «leonas desconocidas»: las chicas del Rugby en Alcalá de Henares

Muchos alcalaínos ni lo saben. Sí. Existe un equipazo de Rugby femenino en Alcalá. Son las ocho de la tarde y, como cada miércoles y viernes, un puñado de jugadoras pisa el césped para comenzar el entrenamiento. Aún no han llegado todas. Pese a ello, el míster ordena empezar a trotar alrededor del campo para hacer el calentamiento. Parece que quisiera restarle importancia a la falta de efectivos y empezar antes de que las chicas se den cuenta de que, otra vez, son menos de las necesarias.

Los estudios, el trabajo o las responsabilidades familiares, también forman parte de este equipo y, a menudo, causan más bajas que la propia exigencia física de este duro deporte. Durante el tiempo en que se dan un par de vueltas al terreno de juego, de similares proporciones al del fútbol, poco a poco se suman las compañeras que faltan. Tras apenas un instante para saludar, se incorporan al trabajo con el resto del grupo. Todas menos una, que llegará siendo ya de noche y con los focos alumbrando el campo de hierba artificial.

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Resulta encomiable observar cómo alguien exprime las manijas del reloj que rige su vida, para sacar unos minutos de ninguna parte, que poder entregarle al rugby. Sólo por pasión a este deporte. Y, probablemente, por las ganas de compartir un rato al final del día con las demás chicas que forman el Club Rugby Alcalá Femenino. Tal vez así se entienda el hecho de que, durante la visita de La Luna de Alcalá, la plantilla hiciese el esfuerzo de estar al completo. Incluso algunas jugadoras como Laura o Alba, que se encontraban enfermas, o la capitana Eva, lesionada por una rotura del tobillo izquierdo, a la que aún le quedan varias semanas de recuperación por delante. La presencia de todas ellas hace que las piezas del puzle que este reportero ha tenido que ir uniendo para conocer, un poco al menos, el interior de un conjunto de rugby, sea hoy una fotografía completa de un deporte que le resultaba tan ajeno como a la mayoría de nuestros lectores.

Después de la carrera, llega el protagonismo para el balón. Esa especie de melón que se pasan a gran velocidad mientras corren hacia el campo contrario, y que parece un conejo con dos cafés de más cuando, por descuido, acaba botando en el suelo. Precisamente eso es lo que entrenan con este ejercicio las jugadoras. Conseguir que el oval no caiga para no perder su posesión en favor del rival. Su grito de guerra las ayuda ( ESCUCHA AUDIO INICIAL DE LA ENTREVISTA)

Adrián Martín, entrenador del equipo, y ex-jugador de la División de Honor española, es consciente de la dificultad que eso supone, y le concede gran protagonismo durante el resto del entrenamiento. Lleva haciéndolo, en realidad, las tres últimas temporadas, en las que ha estado al frente de la sección femenina del club. Una sección que, como el Guadiana, ha aparecido y desaparecido ya varias veces, en los 50 años de antigüedad del Club Rugby Alcalá; merced a la falta de dinero, casi siempre, y de jugadoras a las que poder pasar la pelota, en otras tantas ocasiones.

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Pero esa travesía por el desierto, en busca de mujeres valientes dispuestas a jugar a este deporte, está a punto de terminarse. Adrián nos confiesa que, tras el trabajo de captación realizado en institutos de la zona, con la colaboración de algunas componentes como Tali, Gema o Carlota, confía en poder formar un grupo de al menos 25 jugadoras para la temporada que viene.

La perseverancia en su proyecto, unida al auge que, con la misma dificultad con la que se ganan metros en el rugby, va adquiriendo este deporte en nuestro país, hacen posible que el club aspire, hoy por hoy, a creer en una sección sin contratiempos a corto y medio plazo. Unas expectativas de crecimiento, creadas a partir de los apoyos que suponen los resultados obtenidos por el equipo masculino de la Selección Española, a los que se da mayor publicidad, y fundamentalmente por los triunfos conseguidos por Las Leonas, como se conoce a nuestra selección femenina, y que en marzo de este mismo año ha alzado su sexto Campeonato de Europa.

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Para las más jóvenes, ahora es diferente. Cuando Eva empezó a jugar al rugby, en aquella España en la que Cobi y Curro sostenían la melé de un país en crecimiento, apenas podía entrenar en un equipo de hombres. Porque lo de jugar era otra cosa. Sin otras mujeres con las que competir en Alcalá de Henares, tras varios años entrenando en el Club Rugby Alcalá, tomó la decisión de jugar en el Complutense Cisneros de Madrid, donde compitió hasta los 32 años en División de Honor.

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Su amor hacia este deporte le ha hecho regresar ahora al primer lugar donde aprendió a disfrutar de él, y ser la capitana de este equipo. Justo cuando supo de este nuevo intento de consolidación del rugby femenino en nuestra ciudad. Aunque el suyo no es el único caso en un vestuario, compuesto por mujeres de Alcalá y de Torrejón de Ardoz, en el que después de un tiempo alejadas del rugby, deciden regresar al campo de entrenamiento para dar rienda suelta a su afición.

La de Alicia, es la historia de una madre que, tras formar una familia, ha vuelto a calzarse unas botas de tacos para jugar los fines de semana. Algunas de las chicas que componen este vestuario han llegado a jugar a espaldas de sus padres. Otras, nunca han recibido la visita de éstos a ninguno de sus partidos, más preocupados tal vez por la integridad física de sus hijas que por su estado emocional. Incluso, uno de ellos al conocer la noticia, acabó por dejar de lado esa afición hacia este deporte de cuya fuente su propia hija había bebido. Son víctimas, en cierto modo, de una sociedad que aún adolece de comportamientos machistas en según qué escenarios, y de la falta de tradición en España hacia un deporte que sin duda es rey en países de influencia anglosajona.

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Por suerte, nos cuentan también la experiencia de algunas familias en las que la noticia fue tomada con menor dramatismo, e incluso de forma positiva. Es el caso de Laura, la más joven del grupo, a la que sus padres han apoyado desde el primer momento. A sus 17 años, esta es su primera temporada con el equipo y también la primera en la que juega al rugby. A tenor de sus convocatorias con la Selección Madrileña, lo suyo con este deporte tiene pinta de llegar lejos, aunque ella es la primera en decirnos que tiene tiempo para crecer y seguir aprendiendo en el Club Rugby Alcalá antes de dar el salto a cotas más altas.

En clubes de desarrollo, como es este, la formación y promoción de jugadoras, es tanto o más importante que la tabla clasificatoria. A menudo, las alegrías llegan de la mano del fichaje de alguna de las jugadoras por clubes más importantes que le auparán a un nivel más alto, o por el reconocimiento que proporcionan las convocatorias internacionales de la Selección Española que de vez en cuando se producen, como la de Maitane para unos Juegos Olímpicos.

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Por no hablar de lo que significa para este equipo el mero hecho de poder mantener el bloque unido de cara a la temporada venidera. Tras una hora de trabajo físico con balón, el entrenador da por concluidos los ejercicios y da paso a quince minutos del habitual partidillo. Me da la impresión de que es el momento que llevan esperando desde que se pusieron las botas para entrar al campo. Por fin pueden dar rienda suelta a su creatividad con la pelota entre las manos. Por desgracia, un susto al final de la sesión hace que el míster y el resto de compañeras den por terminado el entrenamiento y se preocupen por el estado físico de la que aún permanece en el suelo. Nada nuevo en la oficina.

Este deporte basado en la cultura del esfuerzo, de la humildad y del trabajo en equipo, en ocasiones ofrece como única recompensa, la satisfacción de haber conseguido hacer competitivo a un grupo de mujeres, que unidas por ese sacrificio, logra hacer de su tiempo libre su verdadera razón de ser. Poco importa que compitan en una liga de desarrollo, que se trate de mujeres de 20, 30 ó 40 años, del físico que tengan, de si son universitarias o trabajan, del hecho de ser madres, o incluso de si han recibido o no el apoyo de sus familias. Nada se interpone en las ilusiones de este vestuario. Y si algo aparece, se le da una patada, y a seguir. Es el poder de contar con el rugby como filosofía de vida.

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El objetivo final de este juego consiste en llevar el balón hasta más allá de la línea de fondo del oponente y posarlo sobre el suelo para anotar un ensayo. Los miembros del equipo mueven la pelota de un lado a otro del campo mientras avanzan, con la intención de que el contrincante no pueda robarlo. Pero, irremediablemente, sabes que si has jugado al rugby, en algún momento te vas a sentir solo ante el peligro. Con aquella patata caliente entre tus manos, avanzando hacia la defensa rival sin que ningún compañero pueda ayudarte, vislumbras la certeza de que resulta imposible cruzar victorioso esa pesada línea que se cierne sobre ti.

Más o menos como cuando muchas de las chicas de nuestro equipo llegaron a casa con el cuento de que querían jugar al rugby. Sabedores de lo importante que resulta, tanto en el rugby como en la vida, aprender a contener los golpes, el míster y su mano derecha, Jorge, introducen un nuevo ejercicio en la sesión vespertina para entrenar los placajes.

Puedes escuchar las entrevistas realizadas para este reportaje al entrenador del equipo, Adrián Martín, y a algunas de las protagonistas del Club Rugby Alcalá (Laura, Alba, Tali, Eva, Maitane y Alicia), en el audio superior de La Luna Radio.

Informa: Alberto Martínez