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La pugna PP-Ciudadanos / Por Antonio Campuzano

La pugna PP-Ciudadanos / Por Antonio Campuzano

Queda inaugurada la campaña de recelo prolongado y sostenible entre PP y Ciudadanos, para lo cual ya se cuenta con una magra sucesión de desprecios producidos entre los dos líderes de ambas formaciones. Los conocedores de los pálpitos más íntimos del presidente Rajoy saben de su inquina hacia personajes públicos ataviados con esa especie de mensaje «ombliguista», de excepcionalidad, que se sirven a sí mismos algunos políticos que emergen a la vida pública con un marchamo de acontecimiento, generalmente ataviado con los apoyos de sí mismos.

Le sucedió en su momento con Rosa Díez, que aderezó su biografía con alfilerazos fundamentalmente hacia los que habían sido compañeros de filas socialistas, en una actitud herética, que fue ensanchando hacia las filas populares. Y Rajoy sencillamente no la soportaba e inclinaba sus frases más hirientes hacia la iconoclasta política fundadora de UPyD. Y terminó Rosa Díez con más infortunio que otra cosa su periplo.

Hay quien mantiene sus apuestas porque sucederá lo mismo con Albert Rivera y su proyecto. Los resultados del partido de Rivera en Catalunya en vísperas de Navidad han resultado decisivos para esclarecer la clasificación de los partidos ganadores y perdedores en ese espacio geográfico, pero también lo han sido para aclarar quién tienes posibilidades de gobernar y quién no. Y entre estos últimos está el partido de Rivera y su natural allí, Inés Arrimadas, quien de momento aporta su unánimemente aceptada belleza física.

Aquel éxito de Navidad sin traducción simultánea en el mercado del éxito pragmático sí ha tenido una consecuencia en los sondeos. Y ha sido la proyección de Rivera y su partido como alternativa hasta el momento solo en la fábrica y cocina demoscópicas.

Esta corriente a favor ha producido en Rivera una mutación que hace que se presente en foros y espacios de renombre como un verdadero revulsivo de esperanza y revalorización capaz de transmutar todas las tendencias políticas obsoletas en renovadas solo con un toque de autor únicamente proveniente de Albert.

Algo así como lo que dice Emmanuel Carrère en su Conviene tener un sitio adonde ir, de su ruso favorito, Limonov: «nuestro amigo se había vuelto gravemente infrecuentable». Es decir, que la esperanza, esta vez verdaderamente anclada en dosis de realidad, se encuentra en la capacidad destructiva del vector popular en la mano de Rajoy contra la alternativa hasta el momento solo cuarta fuerza política, Ciudadanos.

El dinamismo sin corbata de Rivera convicto de que «todo el monte es Catalunya», quien parece olvidar que su proyección proviene de una victoria en número pero derrota en capacidad resolutoria, frente al asentamiento de gobierno de un Partido Popular fuerte en enclaves de «toda la vida», muy reacios a los pasos cambiados, máxime cuando casi todos los esquejes de Ciudadanos vienen de la planta común del PP.

Y luego está la capacidad resolutoria y retrechera de Rajoy en los debates a cuerpo limpio, de los que se ven con mucha audiencia. Desde los tiempos iniciales de la transición no se veía un duelo por el trono de la derecha española tan abigarrado. El firmamento político español velado por la figura de Macron, a quien solamente los audaces pueden resistir compararlo con Rivera.