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La Hostería del Estudiante cumple 90 años / Por Vicente Alberto Serrano

La Hostería del Estudiante cumple 90 años  /  Por Vicente Alberto Serrano

Desde La Oveja Negra

El 28 de mayo de 1930 se inauguraba, con toda pompa y circunstancia, la restauración de una buena parte de los edificios que conformaron la Universidad Complutense, antes de que el infortunio –y algo más– la trasladaran a Madrid en 1836. Al día siguiente, el diario ABC dedicaba una página al evento. En ella no solo se detallaban las obras realizadas sino que, por supuesto, se ensalzaba la labor de la Sociedad de Condueños que en 1845 emitieron acciones para poder recuperar el conjunto de aquellos edificios. «Se ha construido también –proseguía ABC– una típica hostería en la que predomina la nota popular y costumbrista propia de la época. Esta hostería será seguramente muy visitada. Su instalación ha sido debida a los frecuentes requerimientos de extranjeros y turistas nacionales, que deseaban, al visitar Alcalá, encontrar acomodo adecuado y de sabor propio de la época».

De la guitarra al chalet

El arquitecto Casto Fernández-Shaw dirigía a comienzos de la década de los treinta, una prestigiosa revista trimestral, titulada Cortijos y rascacielos. En su número 3 correspondiente al invierno de 1930-31, en la sección “Arquitectura popular española” presentaba un amplio reportaje gráfico dedicado a la labor del Patronato Nacional de Turismo, que a través del arquitecto Miguel Durán realizó el interiorismo historicista de la Hostería que acababa de inaugurarse en: «…la más alegre de las viejas ciudades castellanas que brinda ahora al viajero un castizo rincón cervantino. […] Aquí, para el turista cansado o para el que ha de tomar fuerzas para recorrer la vieja ciudad, unas lindas muchachas vestidas con el traje típico de Castilla, le servirán, alegrados por los vinos de la tierra, los condimentos de tradición nacional: jamón serrano, tortilla a la española, chocolate con migas…». A la ciudad le habían arrebatado su Universidad casi un siglo antes y, todavía, se seguía dudando sobre el lugar exacto donde nació Cervantes. En 1930 se crea una escenografía castiza para evocar a aquellos estudiantes que se vieron obligados a desaparecer de sus aulas. «Esto se ha logrado –continuamos leyendo en ABC– con una chimenea y algunos muebles apropiados. Aquí se ve una jamuga, allí una guitarra, el gran candil en el vasar, unas mantas campesinas sobre una mesa… En suma, todo lo que ha podido imprimir el carácter que se buscaba». En 1956 se le construye un chalet al Príncipe de los Ingenios en plena calle Mayor, rompiendo toda la norma estética y arquitectónica del lugar.

Dos páginas de reportaje que le dedicó a la Hostería, la revista “Cortijos y Rascacielos” en su número 3 (1930).

Dos páginas de reportaje que le dedicó a la Hostería, la revista “Cortijos y Rascacielos” en su número 3 (1930).

Lugar de referencia

Claude G. Bowers fue Embajador de los Estados Unidos en España durante la conflictiva década de los años treinta. Sus lúcidas impresiones sobre el paisaje y el paisanaje de nuestro país quedaron reflejadas en el libro Mi misión en España (Ed. Arzalia). «Fernando de los Ríos –escribe– fue el primer ministro de Estado con el que traté. Después se convertiría en el diplomático más culto que España envió a Washington desde que estuviera allí Juan Valera». Abusando de su amistad, en octubre de 1933 le invita a comer en «…el único restaurante que hay en la abandonada Universidad de Alcalá de Henares», quiere conocer sus impresiones personales sobre las próximas elecciones. Fernando de los Ríos le augura que «…las derechas ganarían, pero que la victoria sería desastrosa para los vencedores, que estaban decididos a derogar las reformas de la administración de Azaña». Ante tan nefastos augurios es muy posible que Bowers derivase la conversación sobre las excelencias del condumio y el encanto del lugar. No en vano, en algunas páginas más adelante de su libro testimonial, el embajador norteamericano hará un encendido elogio de sus frecuentes excursiones sentimentales a Alcalá de Henares: «…la más dulce y encantadora ciudad de la vieja Castilla». Pero también del Mesón del Estudiante (sic) «Con frecuencia llegaba yo allí en invierno –escribe– para sentir la alegría de subir sobre la plataforma de la chimenea, de un solo peldaño, y sentarme en un taburete cubierto con piel de cabra, dejando que el calor de las llamas amortiguarse la mordedura del viento de la montaña. En torno a la mesa hay banquetas y otros asientos más cómodos. En un ángulo de la habitación hay una gran piel de cerdo henchida de vino. Era delicioso sentarse frente a las juguetonas llamas y ante una comida de platos diversos».

Con Ortega y Gasset

Al año siguiente Fernando de los Ríos regresa a la Hostería del Estudiante. El filósofo alemán Paul-Louis Landsberg, ante su oposición al nazismo, se había visto obligado a huir de Alemania. Gracias a las gestiones de Ortega y Gasset pudo impartir clases de filosofía en la Universidad Complutense (establecida en Madrid), desde 1934 hasta el comienzo de la Guerra Civil. Posiblemente por sugerencia de Fernando de los Ríos, realizan una excursión a Alcalá de Henares para mostrarle a Landsberg los restos de la antigua Universidad, con una obligada comida en la Hostería. Tras la cual todo el grupo se fotografía ante el pozo del Patio Trilingüe: Fernando de los Ríos, Xavier Zubiri, Ortega y Gasset, Gloria Giner, la mujer de Landsberg, Rosa Spottorno y Américo Castro. Sentado en los escalones del pozo, el homenajeado, que diez años más tarde será capturado por la Gestapo y morirá en el campo de concentración de Oranienburg.

Ante el pozo del Patio Trilingüe, tras una comida en la Hostería del Estudiante: Fernando de los Ríos, Xavier Zubiri, Ortega y Gasset, Gloria Giner, la mujer de Landsberg, Rosa Spottorno, Américo Castro y, sentado en el centro, el filósofo alemán Jean-Paul Landsberg (1934).

Ante el pozo del Patio Trilingüe, tras una comida en la Hostería del Estudiante: Fernando de los Ríos, Xavier Zubiri, Ortega y Gasset, Gloria Giner, la mujer de Landsberg, Rosa Spottorno, Américo Castro y, sentado en el centro, el filósofo alemán Jean-Paul Landsberg (1934).

 

Lorca, La Barraca y Morla Lynch

En marzo del pasado año ya comentaba en estas páginas de La Luna que el diplomático chileno Carlos Morla Lynch residió en España entre 1928 y 1939. En aquella convulsa época, mantuvo contactos con buena parte de la intelectualidad española pero, sobre todo, una estrecha relación de amistad con Federico García Lorca, el poeta granadino que, al frente de “La Barraca”, celebró alguna tarde que otra sus éxitos teatrales, convocando a su grupo en la Hostería de Alcalá, alrededor de unas migas con chocolate. Morla Lynch había quedado prendado de la ciudad, desde que el piloto Francisco Iglesias le invitara a su casa a finales de julio de 1936 y a la mañana siguiente descubriese sus rincones más acogedores: «…salgo a andar solo por la ciudad, que se haya sumida en una atmósfera de canícula. Todo me place en Alcalá de Henares, las calles, las plazas, las arcadas de piedra, la gente y los burritos que pasan…». También en su libro En España con Federico GarcíaLorca (Ed. Renacimiento) escribe: «La Hostería del Estudiante, de Alcalá de Henares, con su inmensa chimenea de piedra y sus asientos junto a ella, cubiertos de cueros de ovejas, es uno de los sitios en que uno se siente bueno y amigo de todo el mundo». El 5 de julio de 1936 recala por última vez en la Hostería, en compañía de Federico y Rafael Martínez Nadal. Van camino de la finca “Miralcampo”. Trece días después España entera se convulsiona.

La famosa chimenea de la Hostería, evocada por Claude G. Bowers y Enrique Morla Lynch en sus escritos.

La famosa chimenea de la Hostería, evocada por Claude G. Bowers y Enrique Morla Lynch en sus escritos.

Tras la guerra civil

El poeta Antonio Machado denunció la destrucción del Patrimonio Artístico por parte de la aviación fascista, en un folleto editado en 1938 por la Oficina Española de Turismo: «La vieja Alcalá de Henares, a apenas unas leguas de Madrid, la pequeña y sonriente Alcalá de Henares no pudo escapar a la ira del fascio. De ese edificio [La Universidad] cien veces venerable –que su fundador no pudo ver en todo sus esplendor marmóreo– el Patio Trilingüe ha sido destruido por la abominable brutalidad de nuestros enemigos, no menos trilingües». Tras la guerra civil se reconstruyó –con la premura que infiere la culpabilidad– aquella joya del Renacimiento y pronto se reabrió también la Hostería. Durante la larga posguerra el lugar trató de convertirse en el símbolo y el recordatorio de que Alcalá llegó a tener una Universidad. Desaparecidos los estudiantes en 1836, al tiempo que se iniciaba la desamortización de Mendizábal, la ciudad fue descomponiéndose poco a poco, para convertirse en apenas un reducto de cárceles, conventos y cuarteles. Cuando los forasteros regresaron a la Hostería –tras su reapertura– se la encontraron fuertemente custodiada por una serie de garitas que festoneaban las calles colindantes, a modo de recinto, ya que la manzana de enfrente estaba formaba por un inquietante conjunto carcelario (Talleres Penitenciarios, la Galera de mujeres y la Prisión Militar). A sus costados, el antiguo edificio universitario contaba como vecinos con la casa cuartel de la Guardia Civil y las tropas de los Paracaidistas.

Aspecto del Patio Trilingüe tras los bombardeos fascistas.

Aspecto del Patio Trilingüe tras los bombardeos fascistas.

Alcalá recupera la Universidad

En 1977 Alcalá recuperó la Universidad. Con el tiempo fueron desapareciendo inquietantes cárceles y cuarteles alrededor de aquel conjunto arquitectónico que, en 1846, logró salvaguardar la Sociedad de Condueños. La Hostería ha ido renovando su estética, se ha ido sacudiendo ese erróneo costumbrismo historicista y anacrónico casticismo, tal vez válido para épocas pretéritas. A pesar de que en los estertores de un Régimen, que seguía negando la recuperación de su Universidad, se celebraron Cenas Medievales –después denominadas Cervantinas– con guardarropía del Siglo de Oro, representaciones de la compañía teatral Lope de Rueda y romances interpretados por el cantautor Ismael; una visión muy peculiar y bastante casposa de lo que ellos querían entender como debió ser el Humanismo que se desarrolló en aquel Colegio Trilingüe de San Jerónimo. Si tras la inauguración, allá por los años treinta, la visitaron Lorca, Ortega, Américo Castro, Fernando de los Ríos o los componentes de “La Barraca”; en esta nueva etapa se está logrando recuperar cierto carácter de lugar de referencia, ahora que su Universidad vuelve a tener estudiantes. Cada mes de abril, por ejemplo, confluyen allí los galardonados con el Premio Cervantes. Por eso, cuando se logre superar esta inquietante pesadilla, sus mesas tienen pendiente la celebración del nonagésimo cumpleaños y, por supuesto, una cita con Joan Margarit.