¿Cuántas transformaciones vive el patrimonio de una ciudad a lo largo de su historia? De algunas quedan pistas de otras no tantas. Atravesamos uno de esos ejemplos: la calle Nueva. En su origen era un adarve, es decir, un callejón estrecho que sólo conducía a un patio privado. Hoy comunica dos arterias del centro alcalaíno como son la calle Santiago y la calle Mayor. Es quizá el adarve más transformado de la treintena que se mantiene más o menos alterados.
Pero prestemos un poco más de atención a lo que aquí vemos. O mejor dicho, a lo que no: perpendicularidad. No es casual que a nuestra espalda no veamos una calle, tampoco que no la veamos al frente. La calle Nueva no continúa en línea recta hacia la del Cid Campeador. Entre el legado del urbanismo judío está la preservación de la intimidad. Y del mismo modo que no trazaban calles perpendiculares tampoco coincidían enfrentadas ni puertas ni ventanas.
Como vemos una semana más el juego de luces y sombras es magnífico. Además, aprendemos de nuestra ciudad. Y es que, La Luna de Alcalá recorre cada lunes, durante un año, cada uno de esos rincones que hacen de la cuna de Cervantes un referente del patrimonio universal. Lo hacemos a través del objetivo de Rubén Gámez, y de algunas de sus fotos que engrosan el archivo del Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España. Y todo debido a que hace casi 20 años, un 2 de diciembre de 1998, la UNESCO reconocía a Alcalá de Henares como Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Si quieres conocer más sobre este fotógrafo, echa un ojo a su sección el La Luna de Alcalá o entra en su instagram @rubengamez_photo
