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La automedicación / Por María José García Delgado

Los medicamentos son los grandes aliados contra las enfermedades: las curan, ayudan a paliar los síntomas y, en consecuencia, mejoran la calidad de vida de las personas. Sin embargo, su uso implica ciertos riesgos y problemas de efectividad que deben ser conocidos.

La automedicación es el uso de medicamentos por iniciativa propia, sin que exista ningún tipo de intervención por parte del médico en el diagnóstico, en la prescripción ni en la supervisión del tratamiento.

La automedicación es un hábito muy frecuente y está muy extendido en la población. Se calcula que entre el 10 y el 30% de la población se automedica y de este porcentaje, el 70% suele ser víctima de reacciones no deseadas.

La automedicación puede llegar a provocar sintomatologías propias de la alergia: dolor de cabeza, somnolencias, náuseas, diarreas, urticarias… En el caso de los antibióticos, la gravedad consiste en que se fortalecen las cepas víricas.

Hay muchos factores que confluyen en este hábito peligroso y que puede tener consecuencias negativas. Cada vez son más las personas que recurren, por sus propios medios, a la toma de un medicamento con el objetivo de tratar un dolor o contrarrestar una dolencia.

Entre los más utilizados se encuentran los analgésicos, los remedios para la acidez y los relajantes musculares. Un aspecto que potencia la automedicación es la publicidad, cada vez más numerosa y llamativa. Además, si bien subsisten algunas farmacias tradicionales, las nuevas cadenas han aumentado sus dimensiones y se parecen a centros comerciales.

Hay que tener en cuenta que los medicamentos de venta libre no se convierten por eso en seguros e inocuos, dado que “ningún medicamento lo es cuando se toma fuera del contexto y del propósito para el que fue fabricado”. La publicidad masiva del rápido alivio hace correr el riesgo de caer en la automedicación no responsable.

La automedicación tiene muchos riesgos, entre los cuales están:

– Numerosos medicamentos pueden interactuar entre sí.

– Si se administran dosis inferiores a las adecuadas pueden no producir el efecto deseado.

– Algunos medicamentos pueden causar intoxicación por sobredosis.

– Algunos fármacos pueden provocar dependencia o adicción.

– Los fármacos pueden tener efectos colaterales.

– Toxicidad: efectos secundarios, reacciones adversas y en algún caso intoxicación.

– Falta de efectividad, porque se utilizan en situaciones no indicadas. Por ejemplo, la toma de antibióticos para tratar procesos víricos contra los cuales estos medicamentos no son efectivos.

– Enmascaramiento de procesos clínicos graves y consecuentemente retraso en el diagnóstico y tratamiento.-

– Interacciones con otros medicamentos o alimentos que la persona esté tomando. Puede haber una potenciación o una disminución del efecto del medicamento.

– Resistencias a los antibióticos. El uso excesivo de antibióticos puede hacer que los microorganismos desarrollen mecanismos de defensa delante de estos medicamentos de manera que dejan de ser eficaces.

– Los medicamentos no sólo actúan de acuerdo a sus componentes sino también según las características particulares de las personas que las ingieren.

Por todas estas razones es muy importante evitar la automedicación. No se deben tomar medicaciones siguiendo el consejo de amigos o familiares, si se tiene alguna duda sobre la administración o la pauta de un medicamento, consultar siempre con el médico. Al igual que si se ha seguido correctamente el tratamiento pautado por un especialista, pero no se nota mejoría en el tiempo previsto, en este caso también se debe acudir de nuevo al médico y, en ningún caso, probar con tratamientos alternativos que no haya recomendado una persona cualificada.

Mª José García Delgado es enfermera de Vitalia Alcalá de Henares.