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Josef Vinasheiv, un escritor checo en Alcalá / por Vicente Alberto Serrano

Josef Vinasheiv, un escritor checo en Alcalá / por Vicente Alberto Serrano

Desde la Biblioteca de Babel

Ni Jacinto Gamo ni yo, llegamos a intuir entonces cual era el fin último de José Miguel Ganga en su obsesión por llegar a Praga en aquel viaje iniciático del verano de 1971. Los tres, a bordo de un seiscientos, conseguimos recorrer ocho mil kilómetros y visitar ocho países de esa Europa que mantenía aún calientes los rescoldos del 68. Solo cuando estuvimos frente a la minúscula casa que Franz Kafka utilizó como estudio en el Callejón de los Alquimistas, comenzamos a descubrir que Pepe trataba de buscar afanosamente las huellas de su tío abuelo Ginés Ganga. Había residido en Praga desde 1929 a 1932, como profesor de español en la Universidad Karlova. Allí dejó publicada una lista de autores españoles entre los siglos XVI a XVIII cuyas obras se conservan en su Biblioteca. En el Diccionario de las vanguardias de Juan Manuel Bonet (Alianza Ed.) se le referencia como autor de Ociosidades (Ed. Espasa-Calpe) libro escrito en Francia (1926) durante una anterior estancia en Toulouse, también como profesor. Hoy, dadas las circunstancias, que trato de aclarar más adelante, me he visto obligado regresar al personaje y descubrir que, como dirigente socialista afín a Largo Caballero, formó parte de la candidatura a diputados en las elecciones de 1933, junto a Rodolfo Llopis y Andrés Saborit. Tras la derrota de la guerra civil, fue internado en un campo de concentración en el norte de África y finalmente en compañía de Manka, su amante checa, pudo exiliarse en México. Llegó a mantener correspondencia con Fernando de los Ríos, quien desde Nueva York, le escribió una extensa carta en 1942 donde le detallaba su determinación de alejarse de la política activa (Archivo Fundación Pablo Iglesias). Gines Ganga Tremiño, nacido en Elche en 1900, murió en ciudad de México con apenas 44 años.

Gines Ganga PSOE

Ginés Ganga Tremiño (1900-1944) y papeleta de la Candidatura Socialista Obrera para Diputados en las Elecciones de 1933, donde aparece junto a Andrés Saborit.

Josef Vinasheiv

En el verano del 71 Praga aún padecía, con una tristeza contenida, la resaca de aquella primavera contundentemente abortada por las tropas del Pacto de Varsovia que frustraron con sus tanques las aspiraciones de Alexander Dubček por conseguir un socialismo con rostro humano. En aquel tiempo la ciudad, sometida todavía bajo el Telón de Acero, aún no se había convertido en un parque temático para rebaños de turistas analfabetos. Por eso el número 22 del Callejón de los Alquimistas casi permanecía intacto. Aquel cuchitril: «tan pequeño, tan sucio, tan inhabitable, con todos los defectos posibles…» como lo definía Kafka; pero que le sirvió de ‘habitación propia’ donde logró escribir sus primeros relatos. Aquel mínimo espacio de apenas quince metros cuadrados, albergaba un tímido santuario kafkiano en el que Jacinto y yo nos empeñábamos, por gestos, que la dependienta nos dedicara un grabado del autor del El proceso que acabábamos de adquirirle. Fue entonces cuando en la tienda apareció Pepe en compañía de Josef Vinasheiv, su primo lejano, único vestigio del abuelo socialista diluido en el tiempo y el exilio. Josef nos aclaró que la dependienta solo intentaba convencernos que ella no era Milena y que por tanto le resultaba un tanto absurdo dedicarnos aquellos grabados. Sin embargo salimos de la tienda con unas dedicatorias ilegibles al pie del dibujo del rostro del escritor que parecía asombrado de su propia obra. Terminamos los cuatro en una oscura taberna del barrio de Mala Straná con la silueta al fondo del barroco Puente Carlos envuelto entre los andamiajes de una supuesta restauración y delante de nosotros, unas descomunales jarras de cerveza. Vinasheiv hablaba un perfecto castellano y hubo momentos –tal vez por culpa del alcohol que contenía aquel líquido espeso y oscuro– en que las figuras de Pepe y Josef, se nos mezclaban de un modo confuso, como si se trataran de una misma persona. Vinasheiv prometió visitarnos cuando la represión a la que estaba sometida su patria en aquel momento se fuese calmando. Milan Kundera y Milos Forman lograron salir del país. Un día Josef Vinasheiv se presentó en Alcalá.

Praga 1971

Vicente Alberto y José Miguel Ganga ante la fachada del número 22 del Callejón de los Alquimistas. Praga, verano del 71. (Foto Jacinto Gamo).

La tentación de las palabras

La editorial Terra Natio acaba de publicar La tentación de las palabras, de Josef Vinasheiv, quien  el 8 de abril de 1973, se presentó de improviso en el número 58 de la alcalaína calle Mayor (entonces Generalísimo), la casa de su tío, el doctor G., padre de su primo al que dos años antes, a orillas del Moldava le aseguró que algún día compartirían las orillas del Henares. En el año 73 morían los tres pablos: el pintor Pablo Picasso (8 de abril) el músico Pablo Casals (22 de octubre) y Pablo Neruda (23 de septiembre), el poeta chileno que en su juventud decidió cambiar su nombre –Neftalí Reyes– por el apellido del escritor checo Jan Neruda. Es muy posible que en año tan emblemático comenzara a gestarse los primeros esbozos de este ambicioso proyecto recogido en más de medio millar de páginas. Una inquietante obsesión por novelar la trayectoria vital de G. que pronto se enreda en un juego de complicidades, donde se mezclan relatos –que darían bastante juego como guiones cinematográficos– con poemas de verso libre y una peculiar biografía (¿o auto?) trazada por este escritor checo que se nos antoja amigo íntimo de Cide Hamete Benengeli, Álvaro de Campos o Juan de Mairena. El resultado se convierte en manos del lector, en la sugerente aventura de dejarse perder por un infinito laberinto de lecturas, afinidades electivas con listados abrumadores de escritores, cineastas, futbolistas, arquitectos, traductores, camareros, cantantes, películas, ciudades, paisajes… y hasta marcas de bebidas y tabacos. Incluso vengativos ajustes de cuentas con desalmados timadores profesionales. Para terminar descubriéndonos el vano esfuerzo por intentar regresar al tiempo perdido, que seguramente quedó varado en aquella habitación de infancia y juventud donde, sin embargo, permanecieron inermes tantos y tantos fetiches.

Vinasheiv

Cubierta del libro La tentación de las palabras (Ed. Terra Natio) y foto del autor.

Un checo en Alcalá

Con alguna cerveza de más, aquel verano del 71 en la oscura taberna de la calle Nerudova, creí confundir a Josef Vinasheiv con José Miguel Ganga. Se me mezclaban sus tonos de voz y sus rostros parecían superponerse, en el punto fijo de unas miradas cuyo inquietante parecido he descubierto después en la vieja fotografía de Ginés Ganga Tremiño. Algo semejante me ha ocurrido con la lectura de La tentación de las palabras. Las voces se me han ido mezclando dentro de un nexo común donde resulta harto complejo desgajar la primera de la tercera persona en un discurso a veces tan íntimo, repleto de claves, que consigue desbordarnos como lector en el intento por tratar de despejar tantas incógnitas, mientras sentimos en el cogote que Pierrot le fou nos observa. Una tentación de las palabras, arropadas por continuas citas de escritores malditos. Para no extraviarse por sus páginas recomiendo, a modo de morbosa brújula, regresar de continuo a los capítulos donde el autor checo describe su visión tan personal y ácida de Alcalá, retratada desde un privilegiado mirador en la calle Mayor, junto a la falsa casa natal de Cervantes con photocoll incluido, pegada a la casa verdadera y algo olvidada de Azaña. Un paisaje y un paisanaje, que evoca irremediablemente aquella otra ajustada visión de Unamuno –tan querido por Vinasheiv– que en una fugaz visita a la ciudad también descubrió el secreto que encerraban aquellos soportales.