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Inés Arrimadas y el tiempo de las últimas palabras / Por Antonio Campuzano

Inés Arrimadas y el tiempo de las últimas palabras / Por Antonio Campuzano

Ciudadanos está sentenciado a muerte como partido, como estrategia, como idea, como posibilidad y quizá cómo probabilidad. Un descenso de 58 a 10 diputados en menos de un año sugiere un ruido de caos, de catástrofe, que impide un cuidado paliativo. Tanto Podemos como Partido Popular, como Vox, desean su desaparición. Quizá el PSOE guarde en su fuero más interno acariciar la variante de su permanencia por si acaso el ascenso  en votos o en autoridad de Pablo Iglesias meta en zona de penumbra el liderazgo de Pedro Sánchez.  A raíz de los presupuestos, donde los itinerarios más recientes de CS y Podemos resucitan la memoria con una actividad febril, se cuestionan todas las definiciones que parecían ya suficientemente debatidas y pormenorizadas con aquella entronización del gran derrotado, léase aquí Albert Rivera.

Arrimadas, criticada desde el exterior de los escaños de Podemos y desde el también exterior ya fronterizo en lo estratégico de sus propios compañeros recientes de Ciudadanos como Marcos de Quinto, Girauta y demás compañía, pierde el necesario equilibrio para el argumento presupuestario cuando mezcla los capítulos de gastos e ingresos con las lenguas vehiculares de la ley de educación. Arrimadas traslada sus dudas hasta los territorios de la irradiación terrorista de entonces con el presente sin lucha armada de Bildu, todo ello con proyección en febrero y las elecciones catalanas. Y todo ello es una vuelta a empezar con la aparición de un CS con el mismo arsenal difícilmente asertivo de la conflictividad y la hostilidad al contubernio y sociedad entre PSOE y Unidas Podemos, entrenados en el escenario de la colaboración necesaria y la identidad de metas de gobierno.

Paul Auster, en un librito de entonación interesante escrito con J.M. Coetzee, Aquí y ahora, de 2012, dice que “el matrimonio es sobre todo una conversación”. Los socios de gobierno hablan, conversan, y esa parece ser la razón de su supervivencia. Broncas en tono menor, con sordina, en materia de pensiones, negociación de Ertes, ingreso mínimo vital. Pero luego viene el acercamiento, la proximidad, el recuerdo de la utilidad de hablar, ya lo decía Baroja con peor intención: “la democracia es una broma etimológica”.

Total y en conclusión, que la fisura ganadora de Arrimadas en CS puede quedar en carga ligera si se empaña el parabrisas de la fuerza bisagra con antiguos medicamentos de receta liberal, pero ambientados en los laboratorios de ideas de Rivera y su séquito de perdedores de escaños en proporciones de gran magnitud. Desde que Francesc de Carreras rompiese con Rivera con la insinuación de CS como forma de existencia si dijese todo lo contrario que Vox, el camino de Arrimadas y el nuevo CS, si puede hablarse de tal, está marcado por la vía opuesta que marca el camino de Abascal. Lo contrario es comprar billete de metro a la estación de Plaza de Colón, salida por Génova.

De exigir concesiones que comprometan a Podemos en la tramitación de los Presupuestos, Ciudadanos se desliza a votar no a las cuentas públicas. Pero Arrimadas tiene que ser gestora de un presente, capaz de gestar un recorrido de actuaciones distintas a la descritas por los anteriores rectores del partido. Sin aspavientos, sin drama.

Alejándose de lo que dice Marta Sanz, en Farándula, magistralmente: “Vivimos en una situación permanente de últimas palabras”.