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Exilios forzosos / Por Consuelo Giménez Pardo

Exilios forzosos / Por Consuelo Giménez Pardo

Consuelo Giménez Pardo (*)

Proceden de países a los que no viajan habitualmente turistas, llegan aquí con una sola condición: haberlo perdido todo. Así introduce Fernando León de Aranoa, la presentación de su película “Welcome to my country” y me ha parecido una buena manera de comenzar esta reflexión.

Una película y la realidad de personas que proceden de países como Siria, Afganistán, Sudán, Eritrea, Somalia, Etiopía, Libia, Yemen…con situaciones de conflicto internos crónicos, guerras, hambrunas y violaciones repetidas de derechos humanos, que provocan miles de desplazados. Personas candidatas a estatus de refugiados, que no nos olvidemos, están protegidas por el Derecho Internacional de los Refugiados (DIR), por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos (DIDH) y por el Derecho Internacional Humanitario (DIH). Pero también personas que plantean un problema a los dirigentes de la Unión Europea que, recordemos, con buenas palabras y declaraciones grandilocuentes, aún no han llegado a un acuerdo de hechos concretos, demostrando una actuación que genera vergüenza. La dinámica de reuniones y más reuniones tan solo ha aprobado un plan de mínimos que no deja de recibir críticas desde todos los sectores de Ayuda Humanitaria. Una y otra vez se posponen soluciones que dejan en entredicho la capacidad de poner de acuerdo a los estados miembros y que, sobre todo, demuestran una actitud lamentable.

Cuotas de reparto insuficientes que “a priori” no son mal vistas por organizaciones como ACNUR, siguen generando un debate en el que las soluciones se pierden, de nuevo, en reuniones estériles y sometidas a la voluntariedad de los estados miembros. Las voces de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo lamentan, en este sentido, el inmovilismo vergonzoso que no responde a la gravedad de la crisis humanitaria.

welcome to my country

Una cuestión de causas y consecuencias. Si vamos a las causas, éstas son claras y viejas conocidas. Una de esas causas de esta crisis humanitaria ha sido la reducción de los fondos destinados a la cooperación para el desarrollo en casi un 70% de cuyas consecuencias los diferentes actores de cooperación han venido avisando, de manera repetida, a todo aquel que quisiera escucharlos y que ha hecho que no puedan adoptarse, o hayan debido abandonarse, medidas coherentes tanto para luchar contra la pobreza como para prevenir los conflictos armados. Porque eso, y otras muchas cosas, hace la cooperación para el desarrollo en los diferentes países: prevenir.

Otra de las causas es el aumento de las exportaciones de armas en todos los países que potencian esos conflictos bélicos (Amnistía Internacional, Greenpeace, FundiPau y Oxfam Intermón). Un lucrativo negocio del presente a escala mundial que parece ser que marcará el futuro: guerras geopolítica y estratégicamente situadas que dan salida a una industria armamentística que constituye uno de los pilares en los que se apoya la economía mundial.

Las consecuencias son para todos conocidas, personas que viven en países sometidos a conflictos y desastres permanentes que quieren salir de ellos y que utilizarán cualquier medio disponible para ello.

Y es que nadie que tenga los derechos básicos cubiertos, que por seres humanos poseemos y que, recordemos, ningún gobierno tiene la potestad de decidir si se otorgan o no, quiere marcharse a un futuro incierto dejando su vida y sus afectos. Esto lo explicaba con claridad hace pocos días ante las cámaras un muchacho sirio demasiado joven para ser refugiado. Si es que para este estatus ha de haber una edad.

Las imágenes que llegan de esta crisis humanitaria mantienen dividida a la opinión social entre la indignación, ante la mediocridad de los dirigentes y la sensación generalizada de que éstos no representan a los ciudadanos, y las iniciativas ciudadanas solidarias que demuestran, una vez más, estar muy por encima de los representantes políticos. Todo a pesar de la terminología utilizada por los políticos, que repiten machaconamente los diferentes medios y que confunde, consciente y/o inconscientemente, migrantes con refugiados necesitados de protección y asilo y migrantes con delincuentes, aunque los datos objetivos de ACNUR a este respecto son claros.

Las personas se marchan con lo puesto y en el “entretanto” los traficantes de personas hacen sus negocios. Leía hace poco una entrevista a Paula Farias, MSF, en la que le preguntaban, entre muchas otras cuestiones, por qué hay traficantes a lo que ella respondía, de manera sencilla y sensata, “porque hay con qué traficar”. Así de claro.

El discurso de la Unión Europea es el de una Europa en crisis y una crisis de los países que la conforman. No se trata solamente de una crisis económica, si no ética y de principios, que se manifiestan en las diferentes ideas que se han discutido en este tiempo, tan variopintas como el refuerzo de la vigilancia en las fronteras y la amenaza de suspensión del espacio Schengen, la posibilidad de bombardear en los países de origen las barcazas de los traficantes para evitar el acceso de los refugiados por las costas del Mediterráneo o el blindaje con vallas y concertinas.

Vallas externas que ya existen y otras que se construyen rápidamente (como las de Erdine-Turquía, Lesovo y Kraynovo, Hungría, Ceuta y Melilla o Calais) y vallas internas, como las de las posturas de los diferentes gobiernos conservadores y nacionalistas que impiden el paso de los refugiados. Estrategias equivocadas que van a trasladar el problema de lugar, pero que no van a solucionarlo.

Consuelo Giménez Pardo (*)
Coordinadora de Cooperación Universitaria para el Desarrollo de la Universidad de Alcalá (UAH)