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El orgullo de todo un pueblo / Por Marta Viñuelas

El 2 de diciembre de 1998 fue un día maravilloso, pero no fue único así en un camino que estuvo lleno de trabajo y de mucha ilusión. Conseguir que Alcalá de Henares fuera reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad fue un logro que nació de la certeza acerca del magnífico potencial de nuestra histórica ciudad.

Aquel equipo del alcalde Bartolomé González lo formábamos personas que, pese a nuestra juventud entonces, ya estábamos convencidas de que Alcalá tenía mucho que ofrecer a vecinos y visitantes. De hecho, fue ese primer gobierno municipal del PP el que creó la Concejalía de Turismo, dando así la máxima importancia a una materia que se ha revelado fundamental para el desarrollo de socioeconómico de nuestra ciudad, que gracias a tantos y tantos años de trabajo ya es conocida como un destino de referencia en lo que a turismo cultural y gastronómico se refiere.

Lo que más recuerdo de entonces es el consenso sobre el que se fraguó el título de Patrimonio de la Humanidad, porque vimos que, o íbamos todos juntos, o no había nada que hacer y nos quedaríamos sin un reconocimiento que nos iba a dar visibilidad mundial.

Estar en Kioto aquel 2 de diciembre fue un privilegio que nunca olvidaré, como nunca olvidaré el ambiente de unidad en aquella delegación integrada por representantes de todos los grupos políticos que en ese momento teníamos representación en el Salón de Plenos del Ayuntamiento.

Otro momento que no olvidaré fue cuando la delegación china planteó q no  teníamos motivos justificados para darnos las declaración  pero pidió la palabra el representante mexicano y le respondió que gracias a nosotros ellos hablaban esa lengua tan hermosa como es el castellano.

Ser testigo de la votación que respaldó nuestra propuesta, de la llamada del alcalde Bartolomé González al Ayuntamiento para comunicar la noticia y, después, del impresionante recibimiento en el Aeropuerto de Barajas y de la increíble celebración que se vivió en las calles de Alcalá…

Era el orgullo de todo un pueblo que sin distinción en edades, clases e ideologías estábamos unidos.

Pero en aquellos momentos sentí el vértigo por la enorme responsabilidad que suponía ser Patrimonio de la Humanidad desde mi humilde posición de concejal al servicio de una ciudad tan hermosa como nuestra Alcalá.

¡Cuánto trabajo desde entonces y claro que queda mucho por hacer! Alcalá de Henares es una ciudad con un inmenso pasado, imprescindible en la Historia de España, pero es también una ciudad viva con mucho futuro si sabemos aprovechar sinergias, voluntades e ilusiones. Apostemos por ello y recuperemos el brillo y la ilusión de aquel 2 de diciembre de 1998.