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El año de la bandera / Por Javier Villalvilla

El artículo 4 de nuestra Constitución dice: “La bandera de España está formada por tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las rojas”. Sin embargo, todavía hay algunos que creen que los colores de la bandera son otros como nos han demostrado los partidos de izquierda en alguna ocasión, ya sean en sus sedes o incluso en espacios públicos de todos, como pudo ser la Junta de Distrito de la capital. El tremendo error histórico al que se le ocurrió cambiar la bandera de nuestro país porque cambiaba el sistema o régimen político. Todavía sufrimos sus consecuencias. La bandera de todos tiene que ser la misma independientemente del sistema político establecido.

Pero dejo a cada uno con sus historias, y ceñirme al hecho de la gran exhibición de banderas de España durante este año, y por tanto las ganas de exhibir con orgullo el hecho de ser españoles, sin complejos, por fin.

Por eso he querido dedicarle este último artículo a la bandera de todos, la que ha estado en las últimas décadas escondida socialmente, salvo escasas excepciones, por el temor a recibir algún “cariñoso” calificativo por parte de los siempre.

Nunca se habían visto tantas banderas de España en tantos sitios o edificios. Repito, durante estos últimos meses nunca habíamos visto en la historia de nuestra democracia reciente un fervor patriótico o españolista como este. La manifestación de las banderas ha sido y es tan espectacular que ni siquiera cuando la selección española de fútbol había disputado un Mundial de fútbol o el año que lo ganó se vieron tantas, momentos en los que parece se podía sacar la bandera con menos riesgo de sufrir algún calificativo. De hecho cuantas veces se ha dicho que la gente sólo sacaba la bandera con el fútbol pero que rápido había que guardarla. Hasta ahora, todo eran complejos, miedos. Pues por fin eso se ha roto. Y es algo que se lo tenemos que anotar a los independentistas radicales catalanes.

Sin duda, que ha sido determinante, responsable el llamado procés del independentismo catalán, con el señor Puigdemont a la cabeza (de turco) junto con sus compañeros de viaje. El odio visceral, irracional de estos, rozando ya lo patológico, los continuos insultos, las faltas de respeto, sus falacias, la mentira y la manipulación constante contra España y lo español han sobrepasado los límites y ha hecho, ya no sólo “tocar” o indignar a una mayoría sino despertar a mucha gente, incluso a los que no esperábamos. Hasta lo más de la “progresía” española ha llegado a molestar y enfadarse. Hasta estos se han sentido ofendidos con tanta ataque por parte del independentismo a nuestra sociedad, la que hemos construido todos desde hace cuatro décadas.

Sin duda, que el procés, junto al terrorismo de ETA, es posiblemente el capítulo más triste de España desde el punto de vista territorial pero además con unas consecuencias sociales, políticas y económicas de máxima magnitud. Pero a cambio nos ha dejado algo positivo, el resurgir, renacer o el levantamiento de un sentimiento español que creíamos que no iba a suceder. En ese sentido, nunca dejaremos de agradecer a los Mas, Puigdemont, Junqueras y demás rufianes de su aportación a la sociedad española. Como dice un dicho, “no hay mal que por bien no venga”.

Es difícil no pasear por la mayoría de las grandes ciudades y municipios españoles sin ver una bandera española colgada de un balcón, de una ventana de un edificio o de una vivienda. Por tanto, 2017 lo recordaremos, entre otras cosas, como el año que se rompió definitivamente el maleficio, el titulo de que “llevar la bandera de España es cosa de fachas”. O que ahora todos somos en el fondo ahora unos fachas. Pero aun así todavía hay riesgos. El otro día a un ciudadano en Zaragoza que portaba una bandera de España fue golpeado violentamente hasta matarlo. Por desgracia, indeseables y malnacidos siempre los va a haber.

Está claro que no tenemos un país perfecto. Ninguno del mundo lo es, pero detrás de una bandera hay muchas cosas, en este caso hay un país, una nación con sus gentes, su tradición, su historia, sus costumbres, la tierra de nuestras familias. Y el buen español ha respondido a estos ataques a nuestros símbolos, que desde la instauración de la democracia no se había producido.

Y en ese sentido España, con sus defectos y cualidades, es un gran país. Si no lo fuera no vendría gente de otros lugares del planeta al nuestro, ya sea a prosperar o buscar un mejor porvenir, o a pasar unos días de disfrute, descanso u ocio. Ahora mismo disputamos con países como EE.UU, Francia o Italia el liderazgo del turismo mundial. Tenemos cosas negativas, sí, como todos pero también contamos con unos potenciales destacables. Unas condiciones climáticas ideales, uno de los países más solidarios con el resto del mundo, lideramos desde hace muchos años el ranking de países en trasplantes médicos, nuestras empresas lideran mundialmente varios sectores económicos. Quedémonos con lo bueno e intentemos corregir lo malo. Y como se suele decir, juntos son más fuertes. No hay ninguna de ello. La unión siempre es fuerza.