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Crónica: El viaje interminable de Depedro

Crónica: El viaje interminable de Depedro

El músico madrileño pone a  bailar a la sala Green con un directo mágico y envolvente desde la primera hasta la última canción, ofreciendo al público los temas míticos de su repertorio y  desempolvando algún clásico de La Vaca Azul.

Por Saúl Quijada

Hubo un tiempo, allá por la segunda década del siglo XX,  en el que la temática de cualquier canción popular eran los viajes, el inexistente sentido de pertenencia a un lugar y  las vías de tren, entendidas como caminos hacia la libertad. Ayer, Jairo Zavala, artísticamente conocido como Depedro,  antes de introducir la canción D.F, comentaba: “Las ciudades son puntos de convivencia de donde se pueden robar muchas ideas”. Pasen los años que pasen, los viajes de ida, sin vuelta,  de aquellos músicos afroamericanos que se acercaban al oficio de juglar, mitificaban sus canciones y envolvían al personaje en un halo de misterio que perdura hasta nuestros días. Descubrir todo lo que ofrece una ciudad sigue siendo el objetivo musical de muchos artistas, entre los que se encuentra Depedro.

Depedro es Depedro gracias a sus viajes a EEUU,  África y Latinoamérica, donde ha podido empaparse bien de todo el folklore y las raíces de cada tierra, realizando una coctelera de sonidos muy interesante que abarca desde  Lamine Konté a Chavela Vargas, pasando por Calexico y los bluesman clásicos.  “Qué lujo volver a veros”, este fue el grito de guerra de Depedro antes de abrir fuego en Alcalá con Ser Valiente. Ayer tocaba en casa y eso se nota. La gente le devolvió el piropo elevando el tono de sus gargantas en Como el viento, uno de los temas míticos que ha incluido en su nuevo álbum de colaboraciones y que canta junto a Santiago Auserón.

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Hay algo ahí, Nubes de Papel y Déjalo Ir demostraron la gran virtud que tienen Jairo y su banda de llevarse  las canciones al lugar donde más le interesa, atenuando el ritmo, jugando con los diferentes registros de voz e intercalando varios estilos de musicales como la ranchera. En definitiva, un amplio abanico de recurso que provoca que su público se desinhiba desde la primera canción. Con David Carrasco soplando los vientos, Julian Kanevsky a la guitarra y Andrés Litwin a la batería, la banda se sostiene sobre  un armazón muy sólido que no muestra fisuras en ningún momento del show.

Las referencias a Alcalá fueron llegando a medida que avanzaba la noche. “Alcalá es una ciudad maravillosa en la que ha pasado momentos muy bonitos. Desde el escenario puedo ver muchas caras conocidas”, comentaba Jairo, antes de preguntar en voz alta “si había hueco ahí abajo” para bajar del escenario y tocar entre la gente El Pescador, una cumbia bailonga que aumentó la temperatura de la sala y  provocó la exaltación generalizada de la gente.

Jairo afrontó la recta final del concierto como lo hace un entrenador de fútbol antes de un partido importante; implacable y sin concesión. Hubo nostalgia con Te sigo soñando, amor con Tu mediodía y baile con Panamericana. La Llorona, la canción clave para entender el desarrollo musical de México, fue la elegida para cerrar el bloque antes de los bises.

Arenga en el camerino y vuelta al escenario. La banda disparó a quemarropa con El Cascarón, un tema que escribió Jairo en su etapa en La Vaca Azul y que está incluido en el disco Radio Tangente. El público de Alcalá no se olvida de los directos de La Vaca Azul en los garitos de la ciudad. El broche de oro lo pusieron Diciembre y Comanche, una canción que un alcalaíno afincado en Alemania “se pone para correr”, como hizo saber a toda la sala voz en grito tras escuchar el primer acorde. De esta manera, terminó el  viaje de Depedro a Alcalá. Con la tranquilidad que otorga el trabajo bien hecho, mañana volverá a reunir a su banda para salir  a la carretera y proseguir su interminable viaje musical y personal.