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Cataluña y el 0-0 / Por Antonio Campuzano

El siempre pre claro Rafael Sánchez Ferlosio acaba de decir en una espléndida entrevista en El Mundo que el asunto de Cataluña le aburre tanto como un partido que termine en cero a cero, sin goles. Después de la elecciones de 21 de diciembre cabe la posibilidad cierta que se produzca un empate sobre el cual las posiciones ganadoras y perdedoras ejerzan un juego político que condene al entramado público de Cataluña a una insoportable duda sobre su futuro y sobre su presente.

Si la coalición, de existir, pro constitucional se afirma como opción de gobierno, las delicadeza con la que debe manejar la situación tendría que ser aprendida con una didáctica completamente nueva, porque ni García Albiol ni Arrimadas están en condiciones de manejarse políticamente con la esgrima deseable. Quizá Iceta pudiera servir más y mejor para este menester.

Por el contrario, si la opción de gobierno pasase por un resultado electoral favorable a los secesionistas, se volvería a la casilla de salida. En convivencia con la aplicación del artículo 155, pero con la administración de las cosas en clave independentista, que es esa manera de entender lo catalán como especie distinta que destila una especifidad jamás entendible por las gentes que están dispuestas a hacer un hueco al Niño Jesús de la Navidad en el balcón junto a la bandera nacional.

Esa uniformidad tan española tarda muy poco en entrar en colisión con cualquier síntoma de catalanidad. Entonces, el aburrimiento de Ferlosio está naturalmente servido porque no existe la fórmula misteriosa hasta el momento que sea capaz de enervar y suavizar los enfrentamientos. Porque va a quedar lamentablemente demostrado que las elecciones como distintivo del sistema democrático de resolver las cosas del gobierno y de la administración no son por el momento instrumentos de resolución de este conflicto.

El 155 ha evitado que se vaya más allá de lo razonable en la composición mental secesionista, pero esa configuración personal de los catalanes creyentes en su necesidad independiente no va a cambiar por la aplicación constitucional de lo que ellos entienden como una imposición. Y la mediación para los «firmemente constitucionales» es una solución ajena al período más prolongado de paz en España «que nos hemos dados los españoles».

Quizá, al igual que sucedió con el peliagudo problema de la actividad terrorista de ETA, con el paso del tiempo y la aplicación de la legislación combinada con la solución policial, se encuentre un camino allanado. Pero esa convicción goza de muy pocos practicantes de la esperanza como virtud. Entretanto, como dice Milena Busquets, en el conmovedor libro sobre su madre, «También esto pasará» (Anagrama, 2015), hay mucha «ropa empapada de cansancio y de tristeza «.