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Alcalá merece un futuro mejor porque sí se puede / Por Roberto Gámez

Cuando alguien señala a la luna, hay quienes sólo miran al dedo que apunta y quienes únicamente dirigen su mirada hacia ese fantástico y cautivador satélite que desde hace miles de millones de años acompaña a nuestro planeta en su eterna danza por el Cosmos.

Personalmente soy de los que prefieren poner su atención tanto en el uno como en la otra. Más que nada porque, al igual que sucede en otros órdenes de la vida, no parece ni bueno ni aconsejable quedarse con una parte del todo, especialmente si lo que se busca es saber en qué lugar está cada cual y así poder conocer su intención en todo momento. También para saber qué nos aporta cada perspectiva y qué aportamos nosotras y nosotros en todo esto de señalar, mirar, ver y comprender; para obtener conclusiones y actuar.

Con el asunto de la mal llamada crisis económica, ya superada (según algunos), sucede un poco lo mismo que con la disyuntiva del dedo y la luna. Mientras había quienes se limitaban a señalar sus causas, otros sólo eran capaces de poner su mirada en los efectos que provocaba. Y, aunque ambas perspectivas son lógicas (y por tanto razonables) no parecían suficientes elementos de juicio como para completar el puzzle y comprender el alcance real de lo que estaba ocurriendo.

Resulta curioso -y también muy doloroso- cómo la crisis económica, que en adelante pasaremos a llamar “la estafa económica”, ha vuelto a marcar enormes distancias entre las clases más populares y el capital. La estafa económica nos engañó primero, y se quitó la máscara después, para hacernos despertar de un falso sueño, y lo hizo de golpe y por las malas.

Durante algunos años nos habían hecho creer que todo lo que nos propusiéramos en el terreno económico era posible. “España va bien” era el mantra aznariano de engominados cabellos y paralizados bigotes que intentaron colocarnos como paradigma del pensamiento patriótico y positivista. Y no faltaron palmeros prestos a aplaudir la sentencia, unos por puro interés personal (esos y esas a los que de verdad les iba muy bien) y otros por puro seguidismo irracional.

Sea como fuere, el caso es que la estafa económica, con origen en EE.UU y mal resuelta en Europa, ha acabado por hacer realidad uno de sus vicios más inconfesables: el de despojar de muchísimos derechos a las trabajadoras y trabajadores, dinamitando los mecanismos de protección social, y de paso cargando contra las organizaciones sindicales, desprestigiándolas y mintiendo sin piedad, con el único fin de destruirlas y hacerlas desaparecer. Es lo lógico, si atendemos a la naturaleza de los depredadores que han encontrado en el capitalismo salvaje y el libre mercado su caldo de cultivo, como si de voraces bacterias se tratase.

Los políticos neoliberales, encarnados a la perfección en el PP (primer partido que ha sido condenado por corrupción durante nuestra democracia) lejos de dar salida a esta estafa, han aprovechado la coyuntura para aplicar sus tesis más agresivas sobre liberalización de los mercados y del mundo del trabajo, lo que se ha traducido en más precarización y mayor pobreza, hasta el punto de que ha nacido una nueva clase social de trabajadores pobres que ven muy limitadas sus perspectivas de futuro. Sí, trabajadores y pobres, aunque parezca una afirmación contradictoria.

Seguro que los lectores conocen algún ejemplo cercano que encaja con esta definición.
En este contexto de lo que algunos han dado en llamar “modernización del mercado laboral” -que curiosamente acaba por asemejarse cada vez más a épocas muy viejas y supuestamente ya superadas por evolución- la generación más preparada de nuestra patria ha sido especialmente golpeada, sometiéndola a nuevas formas de esclavitud mediante innovadores elementos de explotación y de dominación mucho más agresivos que los clásicos ya conocidos.

El concepto “uberizacion de la economía” define a la perfección lo que representan las nuevas formas de sometimiento laboral, no sólo para los más jóvenes, sino para todo el mundo. En el caso de los primeros, ha supuesto la emigración de miles de chicas y chicos a otros países con mejores perspectivas de futuro, mientras que para el resto representa un verdadero callejón sin
salida que amenaza con copar todos los ámbitos de la economía, del empleo y de las pensiones futuras.

En Alcalá de Henares, una de las ciudades más industrializadas del antaño conocido como cinturón rojo de Madrid, la estafa económica ha supuesto el desmantelamiento progresivo de casi todo el tejido productivo que desde los años 50 ó 60 habían elevado al Este de la Comunidad de Madrid al nivel de los espacios industriales más importantes de España.

El desarrollo industrial en Alcalá trajo de la mano una explosión demográfica sin precedentes que necesitó de una expansión y reordenación urbana, cuyos límites se han superado con el tiempo. Sin embargo, desde hace años vivimos un fenómeno de reducción que afecta al empleo, pero que no se corresponde con el mantenimiento (e incluso crecimiento) del número de viviendas. Lo que acaba por convertir a las ciudades de la periferia en meros nichos dormitorio desde los que cada día se trasladan miles de trabajadores y trabajadoras a Madrid, lo que se traduce, entre otras cuestiones, en un desarraigo de las vecinas y vecinos con respecto a la ciudad en la que habitan, y en una inexistente identificación con su realidad, sus problemas y sus ventajas.

Ante tal escenario las políticas públicas municipales se convierten en esenciales. Por un lado, apostando por crear mecanismos que reviertan el modelo productivo, que actualmente está basado casi exclusivamente en un turismo de baja calidad sujeto a eventos exitosos, aunque muy puntuales, e incapaces de mantener un nivel aceptable para la economía de la ciudad y que provocan, además, que se produzca una insuficiente y precaria concentración del empleo en el sector servicios.

Apostar por la reindustrialización del Corredor del Henares, con la incorporación de empresas de valor añadido y en las que esté presente la digitalización de los procesos y el I+D+I, aportará un renovado esplendor económico a nuestra ciudad, consiguiendo cambiar la tendencia que ha habido hasta ahora.

Para ello no sólo se necesita voluntad política local, sino que hay que buscar la complicidad de todas las administraciones para avanzar, por ejemplo, en el desarrollo de programas formativos que puedan abastecer las necesidades específicas de estas empresas.

Seguir por la senda de buscar un aumento de la renta per cápita basado en sectores agotados como la construcción u otros con poca capacidad de crear empleo de calidad, es un error que podría mantener a Alcalá en una profunda decadencia. El empleo de calidad es la mayor fuente de riqueza para cualquier ciudad. De él depende no sólo el bienestar de la ciudadanía, que es lo más importante, sino también la evolución y el crecimiento de los espacios urbanos en un proceso de adaptación a su tiempo.

Por eso es imprescindible contar con propuestas políticas que sean capaces de identificarse plenamente con la realidad municipal y que al mismo tiempo estén fuertemente vinculadas y gocen de representación en el resto de escenarios regionales y estatales.

En Podemos Alcalá de Henares estamos convencidas y convencidos de que es posible darle la vuelta a la cruda realidad del empleo y del empobrecimiento progresivo de nuestras vecinas y vecinos. Y sabemos que la respuesta está mucho más allá de eslóganes o de apuestas reduccionistas que dicen estar apegadas al terreno pero que han demostrado ser incapaces de despegar de él para ofrecer algo más que palabras.

Ha llegado el momento de cambiar de verdad. Si nos acompañan, ¡seguro que podemos!

Roberto Gámez es Secretario de Organización de Podemos Alcalá de Henares