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Alcalá, ciudad cervantina, cisneriana… y azañista / Por Víctor Chacón

Alcalá, ciudad cervantina, cisneriana… y azañista / Por Víctor Chacón

Este martes 10 de enero se cumplen 137 años del nacimiento de una de las figuras más determinantes del siglo XX. Presidente del Gobierno primero y de la República después, Manuel Azaña es el alcalaíno que más altas responsabilidades políticas ha ostentado en la España reciente. Sólo otra persona vinculada a Alcalá puede competir en el honor de haber sido Jefe del Estado sin ser Rey: el Cardenal Cisneros en su regencia.

El caso de Manuel Azaña no es el de un alcalaíno “casual”. La familia Azaña, burguesa y liberal, llevaba afincada en nuestra ciudad desde el siglo XVIII y se mostró siempre comprometida con Alcalá, su futuro y su patrimonio. Ahí está, por ejemplo, Gregorio Azaña, abuelo de Manuel, que en 1850 salvó del expolio el sepulcro del Cardenal Cisneros trasladándolo a la Magistral. Gregorio, que era uno de los principales propietarios agrícolas locales, también fue fundador la Sociedad de Condueños, uno de los máximos exponentes del compromiso social con el patrimonio de Alcalá de Henares y a la que tanto le debemos.

Podríamos también glosar el trabajo de los Esteban Azaña, uno bisabuelo y el otro padre de Manuel. Esteban Azaña bisabuelo fue quien dio lectura pública en Alcalá a la primera Constitución liberal, la de 1812, e hizo meritorios esfuerzos para evitar el traslado de la Universidad Complutense hacia Madrid. Esteban Azaña padre, Alcalde de Alcalá de Henares en dos ocasiones, es autor de una de las obras de referencia sobre nuestra ciudad. El propio Manuel Azaña no dudó en elogiar el trabajo de recopilación histórica de su padre: “Yo he aprendido en las páginas de un libro, escrito por unas manos que para mí eran santas, cuánta gloria y cuánta magnificencia encierra la historia de esta ciudad”.

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Sin embargo, a Manuel Azaña no hay que reivindicarle por sus logros familiares, sino por los propios. Alcalá ha dado un intelectual de honda influencia en una España que atravesaba grandes dificultades. Evidentemente, no deja de ser una figura controvertida pero, en este caso, me pasa como le pasaba al ex Presidente José María Aznar: no puedo evitar sentir atracción hacia el Azaña patriota, el modernizador, hacia el Azaña estadista, el Azaña que piensa en una España de valores por encima de cualquier régimen o coyuntura. “Cualquier patria es más amplia que una forma de gobierno. España es distinta de la República y la Monarquía” escribió en La vanidad y la envida.

Cuenta Andrés Trapiello en sus diarios que en una cena con escritores en La Moncloa, en los primeros compases de la legislatura del PP, Aznar les convidó con devoción a descubrir un tesoro: era la bandera con la que había sido envuelto el féretro de Azaña. Una admiración y un respeto que el ex Presidente también ha manifestado en público en diversas ocasiones.

Así lo hizo en Alcalá en mayo del 93. En la antigua Plaza de Toros, ante 8.000 personas, Aznar afirmó tener una visión azañista de España en relación al orgullo nacional y al patriotismo crítico. «Supo tener una concepción integral de España y nadie puede apropiarse de la historia de España”, dijo.

Pero no es la única ocasión donde se ha reivindicado desde el centro-derecha la figura de Azaña. Barcelona, Valencia o Madrid también han sido testigos de esa capacidad que ha tenido el Partido Popular de reconocer las virtudes intelectuales de quienes han navegado por otra orilla. Quizá el ejemplo más explícito de reivindicación azañista lo encontramos tras la recuperación de sus Diarios, que comprenden buena parte del primer bienio republicano. En su presentación, el entonces Presidente de Gobierno no dudó en definir a Azaña como un político con ideas y propósitos de más largo alcance que el día a día” y que “puso todo su empeño en lograr un régimen español decente”. Aquellos Diarios eran para Aznar “el testimonio de un político extraordinariamente bien dotado para el análisis y bien pertrechado de ideales que, si alguna vez resultaron polémicos, hoy son ampliamente compartidos por una mayoría sólida de la sociedad española y, en esto precisamente reside la más importante de nuestras ventajas.

Esta reivindicación define la esencia de lo que, a mi juicio, es el Partido Popular. Un partido abierto que mira al futuro sin pasar viejas cuentas. Un partido que tiene en su esencia la defensa de unos valores y una cultura nacional propia que es integradora, pero que hemos construido con el paso de los siglos. Un patriotismo que se puede observar y reconocer en el adversario porque la defensa de la nación no es propiedad de ninguna ideología. Ahí encontramos a Manuel Azaña que supo como nadie vestir sus discursos con la emoción de sentirse español. Un patriotismo que se entiende como una “disposición del ánimo y una virtud cívica” sobre el que construir un proyecto nacional. Alguien que en una izquierda convulsa no tuvo reparo en definirse “español por los cuatro costados”.

En Alcalá, todos los partidos de la Corporación Municipal hemos demostrado que esta España ya no es la que piensa en el pasado con desconfianza. Lo hicimos recientemente al honrar por unanimidad la memoria de Melchor Rodríguez, el Ángel Rojo, anarquista y Director de Prisiones que salvó la vida a más de 1.500 presos. La inmensa mayoría de la sociedad tiene más que superada una etapa en la que unos españoles decidieron que en la exterminación del hermano estaba la solución a nuestros problemas como país.

Eso implica mucho más que el famoso “Paz, piedad y perdón” pronunciado por Azaña. Implica saber reconocer y potenciar a uno de nuestros hijos más ilustres sin ningún tipo de complejo. Por su vinculación con la ciudad, por su influencia en el devenir de España, por su patriotismo, por su excelsa obra literaria y por ser un referente intelectual, considero que el PP en Alcalá de Henares también tiene que reivindicar la figura de Azaña.

Por encima de diferencias ideológicas, la Alcalá que debemos seguir construyendo es la Alcalá que reconoce a sus vecinos más valiosos, la Alcalá que con su homenaje proyecta ejemplos de compromiso político y social. Una Alcalá que, además de cervantina y cisneriana, también es azañista.

(*) Víctor Chacón es portavoz del PP en el Ayuntamiento de Alcalá de Henares