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Transversalidad / Por Antonio Campuzano

Hasta hace unos años era tan solo un término de apariencia geométrica, de rectas, disecciones o así. Pero la irrupción de los nuevos partidos políticos ha incluido en sus repertorio argumental el asunto de la transversalidad. Así, transversal es una cualidad a partir de la cual todo vale para el avance cuantitativo de un partido en votos y adhesiones.

La superación de las anquilosadas formas de izquierda y derecha está en el fundamento de la transversalidad. La hacen suya Podemos, Ciudadanos, como antes lo intentó UPyD. Pero el paso del tiempo hasta convertirse en historia ha permitido ver que los conceptos de derecha y de izquierda, rojos, azules, fachas, comunistas, resisten en su festival biológico con la misma intensidad que las pilas de los juguetes infantiles. Los juguetes ideológicos se agarran a las nomenclaturas con idéntica fascinación.

Pese a la insistencia de Iglesias y Errejón en la transversalidad de marras, ciertamente no es fácil que ingresen en Podemos empresarios, pequeños o grandes, católicos de práctica religiosa diaria, simpatizantes de la tauromaquia, directivos de empresas del Ibex 35. Las costumbres, en España, tienen una costra de capa sólida y en ocasiones rizada. Por ejemplo, Pablo Iglesias hace continuas alusiones a la palabra «comunista»: que si le confunden con comunista, que si le pregunta la prensa internacional si se declara comunista… Todo ello contribuye, como es natural, a que los potenciales clientes de la marca transversal se lo piensen ante el hipotético caso de cambiar de longitud de onda.

El otro día sin ir más lejos, en la presentación de la candidatura al congreso Vistalegre II, en la Fundación Diario Madrid, el secretario de la coleta terminó con un canto unánime de La Maza, de Silvio Rodríguez, con entonación sentida de «qué cosa fuera la maza sin cantera, un amasijo hecho de cuerdas y tendones». Claro, así es imposible reclutar a nadie que no venga convencido, a salvo el caso de Jorge Verstrynge, cuya emulación y evolución ideológica no es muy frecuente.

El propio Errejón se presentó a la misma hora en sus ambiciones al congreso con una imagen en la que se postulaba como defensor de una corriente que quiere que sea triunfante, pero agarrado a Iglesias, en un alarde de transversalidad para consigo mismo. Lo que ha motivado algunas protestas que entiende n como confusa esa trasera de puesta en escena.

En parecido sentido, en Ciudadanos no resulta fácil encontrar un obrero metalúrgico o un oficial fresador, más cerca se puede hallar un trabajador de redes o un experto en desarrollo web. No en vano, un importante segmento del partido hizo sus primeras guardias en garitas del Partido Popular.

Lo que apunta a que la transversalidad en Ciudadanos no es tarea fácil. Los trasvases de sensibilidad opuesta a los orígenes se dan con más simplicidad en los cauces fluviales, un suponer. Ricardo Piglia, malogrado recientemente, dice en Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices (Anagrama, 2016) que «la derecha no sufre la quiebra entre palabras y actos que la izquierda se reprocha a sí misma reiteradamente» . Resiste mucho mejor esa enfermedad tan querida de la izquierda, la contradicción. La transversalidad anda por ahí, en medio de la acusación de contradicción, pero con pocas posibilidades de evolución hasta conquistar el entorchado de la realidad política.