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Philip Roth y La conjura contra América / Por Vicente Alberto Serrano

Desde la Biblioteca de Babel

Hace ya casi tres años, el escritor norteamericano Philip Roth anunciaba, en un documental emitido por la BBC, no solo que no volvería a escribir, sino que se retiraba definitivamente de la vida pública. Tras de sí dejaba más de medio siglo de actividad literaria, una treintena de títulos fundamentales y una última novela publicada en 2010, Némesis (Ed. Mondadori) cuyo argumento resulta bastante significativo. Una epidemia de polio se extiende por su Newark natal en el verano del 44, la misma enfermedad que había atacado al presidente Franklin Delano Roosevelt cuando era un vigoroso hombre de treinta y nueve años. El cuatro de julio, fiesta nacional, ya se habían detectado cuarenta casos en aquella ciudad de 429.000 habitantes. Tal vez no fueran cifras para alarmar, pero inmediatamente se tomaron drásticas medidas para intentar preservar a la población infantil de la seria amenaza de dejarlos mutilados, paralíticos o muertos. El temor a una plaga, envueltos en el desconcierto, la cólera y el sufrimiento. Una vez más –en éste que tendremos que considerar su epílogo literario– Roth se cuestiona una de sus continuas interrogantes: ¿Hasta qué punto somos impotentes ante las circunstancias?

He llegado al final del camino

En más de una ocasión el autor de Pastoral americana (Ed. Debolsillo) llegó a afirmar rotundamente que no podría vivir sin escribir, aunque algo más tarde declarase: «Me equivoqué. He llegado al final del camino. Ya no tengo nada más sobre lo que escribir». A punto de cumplir 84 años y supuestamente alejado de la vida pública, Philip Roth nos ha dejado material más que suficiente para alcanzar a entender una mínima parte del mundo absurdo en el que hoy nos debatimos. Rimbaud, Salinger, Juan Rulfo, al parecer desencantados, también abandonaron la pluma, aunque mucho antes. Hoy tal vez pueda considerarse aquellos poemas y relatos escasos en su totalidad, pero para muchos de nosotros fueron y sigue siendo lo suficientemente intensos para aún conmocionarnos. Por eso, en estos días, regresar a la obra de Philip Roth supone un gesto de obligado cumplimiento.

Portadas Roth

Cubiertas de dos libros de lectura imprescindible para estos tiempos raros.

Me casé con un comunista

Cuando Nathan Zuckerman, el alter ego de Roth en muchas de sus novelas, se reencuentra con Murray Ringold, el que fuese su profesor de literatura en los lejanos tiempos del instituto, le ruega que trate de aclararle todos aquellos puntos oscuros, que aún mantenía, sobre la compleja trayectoria vital de su hermano: Ira Ringold. A comienzos de la década de los cincuenta Ira se había convertido en un famoso locutor de radio y en el ídolo del adolescente Nathan. Ahora su antiguo profesor le descubre que despechada tras el divorcio, Eva Frame, también reconocida actriz radiofónica, publicó un libro en contra de Ira con el título “Me casé con un comunista”. Con el maccarthismo en pleno auge, supuso el fin de Ira Ringold, al tiempo que recaía la sospecha como elementos subversivos en todas y cada una de sus amistades. En la novela Me casé con un comunista (Ed. Debolsillo) la Caza de Brujas permanece como un inquietante telón de fondo, pero sus páginas van más allá, porque el relato sirve como excusa para profundizar en las peculiaridades de la realidad americana, obsesionante leitmotiv de sus novelas anteriores y por supuesto de las posteriores. Podemos leer, por ejemplo, párrafos que pensamos no han perdido un ápice de actualidad: «¿Quieres rebelarte contra la sociedad? Te diré cómo debes hacerlo: escribe bien. No luches por la clase trabajadora. A ellos les irá bien. Van a llenar alegremente los depósitos de su Plymouths. El trabajador nos conquistará a todos, de su necedad fluirá la bazofia que es el destino cultural de este país filisteo». Aunque páginas más adelante nos aclare una realidad ya sabida: «Para la política, la literatura es decadente, blanda, irrelevante, aburrida, terca, insípida, algo que no tiene sentido y que realmente no debería existir».

Philip Roth ante la inquietante mirada de Franz Kafka.

La conjura contra América

Cuatro años más tarde (2004) Philip Roth publica La conjura contra América (Ed: Mondadori). Una novela cuya lectura hoy resulta imprescindible a pesar de que su autor ponga en boca de uno de sus personajes que la literatura frente a la política no sirve para nada. El 1940 el candidato republicano a la Casa Blanca, filonazi, antisemita y aislacionista, le arrebata el triunfo a Franklin Delano Roosevelt, aquel presidente que Roth cita en su última novela como víctima de la polio, al que tenían que sostener para que pudiese caminar y aun así debía llevar unas pesadas abrazaderas de acero y cuero desde las caderas hasta los pies sin las que no hubiera podido mantenerse erguido. Su contrincante el gran héroe americano, el aviador Charles A. Lindberg que en 1927 había cruzado el Atlántico en solitario, pilotando The Spirit of St. Louis. Hasta Billy Wilder le dedicaría una película años más tarde (1957), interpretada por el carismático y bondadoso James Stewart. En 1932 al matrimonio Lindbergh le secuestran y posteriormente le asesinan a su hijo de 20 meses. Tres años más tarde el matrimonio se traslada a Europa y no regresan a Estados Unidos hasta 1939, época en que el heroico piloto recorre todo el país impartiendo conferencias sobre las bondades del régimen del Tercer Reich, declarándose abiertamente a favor del aislacionismo, antisemita a ultranza, ferviente admirador de Adolf Hitler y partidario de los partos selectivos para evitar el deterioro de la raza. Esta enorme y controvertida popularidad le sirve a Roth de inspiración para trazar una de sus novelas más inquietantes y hoy algo profética. Lindberg derrota a Roosevelt en las urnas y comienza a introducir políticas de restricción de las libertades y de persecución a los judíos que desembocarán, en 1942, en el estallido final del caos y la violencia en las calles. Roth introduce como protagonistas en esta obra de ficción a su propia familia en la que con su genialidad habitual mezcla realidad y política-ficción, hasta el punto que al final enriquece su novela con apéndice documentales y bibliográficos destinados al lector que quiera descubrir donde se perfila el estrecho límite entre los hechos históricos y la parte ficticia del relato. A través de la autobiografía de Arthur M. Schlesinger –autor de Una amarga herencia (Ed. Lumen), libro que nos descubrió toda la verdad sobre Vietnam– sabemos que surgió entre las filas republicanas la idea de presentar a Lindberg a las elecciones de 1940. Philip Roth dejó de publicar hace siete años pero creo que nos ha legado un equipaje suficiente para tratar de entender si este viaje tiene retorno.