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¿Otra crisis? ¿Cuándo terminó la anterior? / Por Azmara Calleja

Por Azmara Calleja

El angustioso hoy que vivimos es el fruto que empieza a madurar de lo que otros plantaron anteayer. Anuncian que se asoma otra recesión, otra crisis. Que los bancos europeos están hasta las cejas. Que la economía China empieza a hacer aguas. Vamos, que estamos con el agua al cuello.

¿Es que habíamos salido de la crisis anterior? Porque si es así, juro que no me había enterado. Los mecanismos puestos en marcha (y que en este país hemos sufrido bajo los gobiernos ZP y Mr. Plasma) han demostrado que solo han traído más miseria disfrazada de trabajos temporales, por dar un ejemplo. La corrupción emerge bajo la naftalina y se nos vende seriedad, coherencia y estabilidad cuando nos van robando hasta la libertad de expresión. ¿De verdad alguien pensaba que los pobres y las clases medias iban a mejorar con las recetas de austeridad? No nos engañemos, si hay menos para los ricos, olvidemos que nos lleguen si quiera las migajas al resto.

La economía de casino que ha destruido lo que fue algo parecido al Estado del Bienestar en este país no va a renunciar a seguir  jugando a las máquinas tragaperras. El capitalismo se ha refundado, sí, pero esa refundación ha consistido en parapetarse y reforzar su esencia: llevarlo a su máximo exponente. El capitalismo es ludópata. Consecuencias en lo mundano: lo social se reduce a la mínima expresión. La gente no importa. Y todo vale para que los números salgan.

Paradójicamente, somos personas. Personas, sí. No números, aunque como tales se nos trate. Y la mayoría de las personas de este país sufre. Unos sufren porque el vaso está a punto de rebosar, si no ha mojado ya todo el mantel. Otros sufren porque ven el vaso medio lleno, y no por pesimismo, sino porque lo está. Otros sienten frustración porque la vida impuesta no era la prometida. Otros sufren porque asumen que el futuro de los suyos es incierto. Otros sufren por la impunidad de una minoría, mientras se castiga a la mayoría.

Lo de los titiriteros ha sido de órdago dictatorial. Sin embargo, las derivas antidemocráticas han sido muy estudiadas, respaldadas y blindadas desde la legalidad. Que se criminalice la huelga; que la sátira sea punible con prisión sin fianza; que te puedan echar del trabajo sin más; que tus hijos acudan a un colegio público con cada vez menos recursos; que enfermes y las urgencias del hospital estén saturadas cuando hay alas enteras del edificio cerradas. La lista es interminable. Esto ocurre hoy en España. España lleva mucho tiempo en crisis profunda. ¿Y ahora hablan de una nueva recesión?

Asumamos de una vez que el mundo camina en una dirección contraria a la que nos interesa a la mayoría social. No nos dejemos, porque caemos. Volvamos a reivindicarnos como el centro de interés. Exijamos que se gobierne para nosotros, no para el Ibex 35, ni el Bundesbank. Recuperemos nuestra voz, nuestros derechos, nuestra dignidad. Por favor, no nos rindamos porque la ludopatía es una enfermedad y, en este caso, el enfermo ni reconoce su mal, ni quiere rehabilitación.

(*) Azmara Calleja es periodista