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Miguel Hernández y Pablo de la Torriente en Alcalá, 1936 / Por Vicente Alberto Serrano

Miguel Hernández y Pablo de la Torriente en Alcalá, 1936 / Por Vicente Alberto Serrano

Desde la Biblioteca de Babel

Dedicado a Francisco Antón en su olvidado centenario. Él me habló por primera vez de Pablo de la Torriente.

El día 25 de noviembre de 1936, el escritor y periodista cubano Pablo de la Torriente-Brau se reencuentra en Alcalá con el poeta Miguel Hernández: «…este muchacho, considerado como uno de los mejores poetas españoles, estaba en el cuerpo de zapadores. Lo nombré jefe del Departamento de Cultura, y estuvimos trabajando en los planes para publicar el periódico de la brigada y la creación de uno o dos periódicos murales, así como la organización de la biblioteca y el reparto de la prensa…». De este modo describe en su libro Peleando con los milicianos (Ed. Laia) lo que sería el inicio de una fugaz pero intensa amistad. Cuenta que aquel mismo día recorrieron juntos algunos lugares  de Alcalá: «Vi la Hostería del Estudiante, digna de una página del cine, olorosa a historia y tiempo viejo […] pasé frente al Archivo, bellísimo, y junto a las viejas murallas. De Cervantes no hay sino una estatua, obra maestra de ridiculez, y una placa con faltas de ortografía, en el lugar donde estuvo su casa».

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Retrato de Pablo de la Torriente y en compañía de unos milicianos en el frente de Buitrago, (1936).

Pablo de la Torriente-Brau

Aunque nació en San Juan de Puerto Rico, Pablo creció y vivió en Cuba y es a partir de 1930 cuando comenzó a luchar, desde los medios de prensa y en la calle, para derrocar la dictadura asesina de Gerardo Machado. Sus esfuerzos le hicieron visitar las cárceles cubanas en diversas ocasiones, hasta que en mayo de 1933, cuando es puesto en libertad, decide exiliarse a Nueva York en compañía de su esposa Teresa Casuso. El dictador sería derrocado en agosto de ese mismo año. Al estallar la Guerra Civil española Pablo decide marchar al frente como corresponsal de la revista izquierdista norteamericana “New Masses”. Allí muy pronto llevaría a la práctica aquellos versos que Antonio Machado dedicara a Enrique Líster: «Si mi pluma valiera tu pistola / de capitán contento moriría…». Cuando fue a entrevistar a El Campesino para la revista “New Masses”, ante las reticencias de aquel con los periodistas, le comentó que ante todo, quería conocerle y convertirse en su amigo. Efectivamente el 21 de octubre escribe su última carta como corresponsal; en la siguiente del 15 de noviembre ya ha decidido: « pelear en nombre de todos ustedes» y por tanto tiene el carácter de la carta de un miliciano. El Campesino lo nombra comisario político de su batallón y comienza a luchar en la defensa de Madrid y en los frentes de Aravaca, Pozuelo de Alarcón y Buitrago. Con el centro de organización en Alcalá, en el Convento de las Claras, convertido en cuartel. En su penúltima carta, del 28 de noviembre, Pablo comenta la función improvisada que han llevado a cabo en la nave de una iglesia alcalaína, con la intervención de María Teresa León, Rafael Alberti, Antonio Aparicio, Emilio Prados,  Miguel Hernández… y también con la ayuda de algunos milicianos y milicianas: «Se trataba –escribe Pablo– de levantar el ánimo a los hombres de esta ciudad, un poco cansada y tristona».

Miguel Hernández

El 19 de noviembre de 1936, Miguel Hernández le escribe a  Josefina Manresa, su novia. Correspondencia (Ed. Espasa Calpe): «Sigo en Alcalá de Henares, que se parece mucho a Orihuela. Hay columnas y conventos por todas partes. […] Si fuera de permiso, te llevaría una cajita de almendras en dulce –que aquí llaman garrapiñadas– que son de buen paladar…» En el reverso de una de las cartas escribe: «Basta con que pongas esta dirección: Miguel Hernández, del Batallón del Campesino (Alcalá de Henares)». En otra, fechada en diciembre, le expone su ardoroso deseo de estar junto a ella: «Nos casamos ahí, en Orihuela, en Cox, donde a ti te parezca y nos venimos los dos aquí para siempre». En ninguna de las cartas, fechadas en diciembre, le comenta la trágica muerte de Pablo de la Torriente abatido el 19 de ese mismo mes en Majadahonda y cuyo cadáver, sepultado bajo la nieve, no se logró encontrar hasta tres días más tarde.

Juan Marinello y Nicolás Guillén

Durante 1937 los escritores cubanos Juan Marinello y Nicolás Guillén, recorrieron el país en guerra para entrevistar a gran parte de los protagonistas del bando republicano, enviando sus crónicas al semanario “Mediodía” de La Habana. En 1938 publicaron todas aquellas entrevistas en forma de libro: Hombres de la España leal, hoy reeditado (Ed. Renacimiento). En sus páginas se recoge la entrevista con Valentín González, El Campesino, realizada en Alcalá en septiembre del 37, quien describe a Pablo como: «Lo más grande que he tenido a mi lado, lo más inteligente y honrado; lo más puro˝. También entrevistan al comandante Candón, otro cubano, convertido en la cabeza de la Primera Brigada de Choque en un destacamento, a las afueras de Alcalá al que: «…en su tapia roja con unas zancudas letras blancas habían denominado: Cuartel Pablo de la Torriente». A Miguel Hernández lo entrevistan en Valencia, en julio del 37. Les habla de su fugaz pero profunda amistad con Pablo de la Torriente y como le vio partir, en el frente de Majadahonda, entre las fuerzas del comandante Candón, concluyendo con voz emocionada: «Pablo es uno de los muertos más serenos que he visto, parecía que no le hubiera pasado nada».

Josefina y miguel-Jaen

Josefina Manresa y Miguel Hernández en la azotea de la calle Llana de Jaén, (1937).

En Jaén

Pronto Miguel Hernández y Josefina Manresa consiguieron estar juntos, aunque no en Alcalá como deseaba el poeta en su carta de diciembre. Contrajeron matrimonio civil el 9 de marzo de 1937 y se trasladaron a Jaén donde Miguel estaba destinado como comisario de cultura, dirigiendo el periódico “Altavoz del Frente”. Es muy posible que aquella fuese la etapa más feliz de la pareja, como me empeño en imaginar al contemplar la foto en la azotea de la calle Llana, 9 (pero endiabladamente empinada como todas las de Jaén). Allí recibían las siempre afectuosas cartas de su amigo más fiel: Vicente Aleixandre, recogidas en el libro De Nobel a novel. Epistolario inédito (Ed. Diputación de Jaén). En esa azotea y de esa máquina de escribir también me empeño en imaginar que salió la “Elegía Segunda” con la misma fuerza y rabia que la que el poeta había dedicado a la muerte de su otro amigo más fiel: Ramón Sijé. La Elegía Segunda está dedicada a Pablo de la Torriente: «Me quedaré en España, compañero / me dijiste con gesto enamorado. / Y al fin sin tu edificio tronante de guerrero / en la hierba de España te has quedado». Los  versos a Ramón Sijé los interpretó, magistralmente, un cantante mediterráneo: Serrat. Los versos a Pablo de la Torriente los interpreta un cantante caribeño: Silvio Rodríguez.

En el Recuerdo de algunos

Por supuesto que el cuartel de Alcalá dejó de llamarse “Pablo de la Torriente” el 1 de abril de 1939. Miguel Hernández murió en la enfermería de la cárcel de Alicante el 28 de marzo de 1942, con 31 años. Su amigo Vicente Aleixandre dedicó un poema sobre el hecho de que no pudieron cerrarle los ojos al cadáver. Pablo de la Torriente caía abatido por ráfagas de ametralladora en una descubierta a las afueras de Majadahonda, junto a un niño huérfano que le acompañaba a todas partes, el 19 de diciembre de 1936. Tenía 35 años. Hasta los tres días no fue descubierto su cadáver bajo la nieve. En octubre de 1977 el director de cine cubano Víctor Casaus visitó Alcalá durante el rodaje de su documental “Pablo”. Algunas de esas imágenes alcalaínas las reproduce Silvio Rodríguez al inicio del video en el que interpreta la “Elegía Segunda”. Victor Casaus es actualmente el director de la Fundación Pablo de la Torriente en La Habana. El legado de Miguel Hernández lamentablemente no se conserva en Orihuela «…tu pueblo y el mío…» sino que está recogido en Quesada (Jaén), pueblo natal de Josefina Manresa.