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Lana y conversación / Por Antonio Campuzano

Lana y conversación / Por Antonio Campuzano

La estabilidad, ese gran concepto que a casi todos satisface cuando se viene en política de dos elecciones en seis meses y un largo proceso de indefinición. Incertidumbre solamente despejada cuando se han tenido que romper algunos tendones, que en la musculatura política equivale a partes del organismo muy importantes. Por ejemplo, el PSOE anda por ahí con algunos tendones malheridos y descompuestos, merced a aquella acrobacia que abandonó a su suerte al anterior secretario general, cuya defenestración ha servido para encumbrar a una gestora que por vez primera desde el inicio de la transición a la democracia, muerto el general Franco, ha prestado un papel que ha permitido un gobierno monocorde del Partido Popular.

Acontecimiento como éste no residía en cajón alguno de la más reciente clasificación histórica. Así pues, se dibuja una representación manejada por el Partido Popular auxiliado excepcionalmente por el Partido Socialista, sin el cual nada de lo actual sería posible. Quiere ello decir que quien ha de manejarse con aires renovadores no es otro que el propio partido socialista, si es que su voluntad en cambiar de estrategia es sólida. Ese cambio de estrategia tiene que pagar el peaje obligatoriamente de su entendimiento con Podemos, para lo que se necesitan ejercicios en los dos partidos de la izquierda de muy acentuada intensidad.

Hasta lograr un entendimiento que hoy resulta imposible, tras la ayuda otorgada y decisiva para formar gobierno por parte del PSOE, hasta el momento inaceptable por Podemos. Mal que le pese a la gestora del partido de la oposición, su propósito tendente a negar una colaboración con Podemos terminará por el desgaste natural de su clientela y la llegada a un estado de inconsistencia incompatible con la existencia como partido de masas.

El futuro, pues, está enredado con la posibilidad de la construcción de esta alternativa. De lo contrario, se volvería siempre por las mismas sendas de dificultad en el parto de un acuerdo de investidura, pese a que todas las encuestas promuevan el ascenso del partido en el gobierno. Ya se verá cuando la maquinaria de emitir sentencias de condena empiece con sus ruidos y con su furia.

Los cuadros estilísticos incomparables de Francisco Umbral, cuando quería hablar de diálogo en su obra cumbre Mortal y rosa, decían que “el mundo tiene un adentro de lana y conversación”, una cosa lenta, gestante, pero que puede permitirse la licencia de la pereza. Sin cambios constitucionales que desemboquen en sistemas mayoritarios y no de representación, la alternativa a lo presente pasa por la optimización de los sistemas de conversación entre las fuerzas políticas de la izquierda y el centro.

Podemos y PSOE están condenados a la convivencia y a hacer bueno lo que Timothy Snyder, prologuista de Isaiah Berlin, enfatizaba: “la socialdemocracia permite una vida decente”. Aunque Pablo Casado no lo pueda imaginar.