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La martirización de Pedro Sánchez / Por Antonio Campuzano

La diversidad de opiniones interpretativas del proceso de primarias del Partido Socialista va en aumento, es de esperar que hasta su culminación el domingo 21, a partir de cuya fecha será recomendable el sosiego que proporcionará sin duda la certeza del acontecimiento ya producido. De lo contrario, de no cesar el ruido y la furia de la ocurrencia sería deseable la inexistencia de primarias, ese gran invento que en Estados Unidos dura varios meses y aquí solo encuentra detractores al mismo tiempo que se exige democracia. Es España territorio de incomprensiones hasta extremos poco imaginables.

Uno de los casos más representativos de ello lo inmortaliza Pedro Sánchez, seis años más que Macron, flamante presidente francés. Perteneciente a la misma generación, hace solo un año estuvo a punto de ser presidente de gobierno español, a lomos de una alianza tranquila con Ciudadanos, para lo que fue consultada la militancia y con ello comparada en procedimiento y formas con la derecha del PP. Aquella tentativa no cuajó en realidad de gobierno por la necesidad de contar con la asistencia de Podemos, que invalidó la personalidad probablemente equivocada de Pablo Iglesias. Sánchez no hizo otra cosa que seguir al pie de la letra los postulados de Felipe González en una larguísima entrevista en el diario El País.

Tras aquello hubo segundas elecciones y las tensiones descabalgaron de su montura al propio Sánchez con su dimisión forzada. La capacidad de torsión de la cintura de Pedro Sánchez ha quedado acreditada fehacientemente con los acercamientos a Rivera y a la cúpula de Podemos, en la actitud que corresponde a todo aspirante a gobernar.

Pues bien, la mitificación negativa, la construcción peyorativa y maldicente sobre Sánchez solo encuentra comparativas con las de Adolfo Suárez de sus primeros tiempos, cuando zarandeado por cualquiera y acusado por todas las cosas y sus contrarias. Así, la aspirante Susana Díaz resultó clave par entronizar a Sánchez en sus primarias últimas frente a Eduardo Madina, quien a su vez sigue frente a Sánchez, pero esta vez apoyando a Susana Díaz, en su momento fuera de la liza. Felipe González, practicante del monoteísmo siempre y cuando el dios se llame Felipe, inventor del nitrato de potasio, el azufre y el carbón, que dieron origen a la pólvora, también inventada por Felipe, apoyó a Sánchez hasta que vio un peligro leninista de probada confrontación acompañado de un maoísmo acreditado que podía suponer el despedazamiento de España.

Todo lo cual aconsejaba retirar el saludo a Sánchez para otorgar confianza a Susana Díaz, alejada del peligro de Podemos, pero al mismo tiempo jaleada por todos los presidentes autonómicos de que es capaz, adornados todos ellos por acuerdos de gobierno con Podemos. A todo lo cual se produce la coincidencia contra el peligroso Sánchez de un acreditado benefactor del socialismo español, César Alierta, quien cree que ha sido engañado también por Pedro Sánchez.

De este martirologio solo se puede salir en la tarde del 21 de mayo, avanzado el día. Hace ochenta años, el periodista Antonio Palomero, recogido ahora por Miguel Ángel del Arco en «Cronistas bohemios» (Taurus , 2017), escribía «Vivía la lluvia! Se ha gritado en los campos. Muera la lluvia, se ha gritado en la costa !».