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La interpretable abstención / Por Antonio Campuzano

La interpretable abstención / Por Antonio Campuzano

Puede que se esté asistiendo a un memorable espectáculo de insinceridad cuya autoría se debería a un partido socialista, en este caso el español. La eclosión de dos nuevos partidos en el firmamento político ha derivado, entre otras cosas, en una enorme dificultad para formar gobierno. No otra cosas ha sucedido en otros países sin que por ello se ejerza la hipocresía en términos públicos tal y como se corre el peligro de establecerse aquí.

La dirección socialista tras la jornada electoral del 20-D recompuso sus alianzas y firmó una alianza parlamentaria con Ciudadanos. Pero no fue ratificada ni por PP ni por Podemos. Tras las elecciones del 26-J, siguen sin concretarse las alianzas porque, fundamentalmente, hay reticencia por parte de todos los perdedores de la elección hacia un partido que representa, como el PP, demasiada cooperación y ventaja con conductas reprobables desde el punto de vista jurídico y moral.

Pero sorprendentemente ha emergido una corriente de comprensión que ha anidado en el partido socialista en un sentido extra político que, obediente a un oráculo nunca explicitado, debe aplicarse a la gobernabilidad de la formación mayoritaria, el PP, aunque no se compadezca democráticamente con la aritmética necesaria. Es decir, se forma gobierno si los números lo permiten. De lo contrario, el recurso a las urnas sigue siendo una obligación.

No otra cosa demanda el pluripartidismo, tan caro y necesario para una opinión pública que parecía padecer el bipartidismo como un mal endémico y que resultaba obligado superar. Por ende, paralelamente a estas dificultades para cuadrar las cifras que permitan la investidura, se asiste a la vista de un procedimiento judicial preñado de acusaciones de corrupción que salpican al partido que pretende ser catapultado a la investidura.

Las sesiones del caso Gürtel arrojan a diario sospechas que harían insostenible la pretensión del candidato popular a seguir con la ambición de ser investido . La pregunta que crece en la conciencia de electores de todos los partidos en liza es que si merece la pena una investidura para fortalecer la labor opositora y así acortar las posibilidades de desarrollo de un gobierno tan acuciado por problemas sin que se haya aún constituido. O si, por el contrario, se recurre a nuevas elecciones que aclaren con participación de todo el electorado los números que no pueden esclarecer aún una solución.

A este respecto, Pedro Olalla, estudioso del mundo clásico griego y su proyección didáctica a la actual política, reflexiona en su «Grecia en el aire» (Acantilado, 2015), con acierto que gana actualidad: «Ante la fuerza se cede por debilidad, por necesidad, acaso por prudencia, pero nunca por voluntad o por convicción».