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El día de la marmota del Alcalá

Los de Fran Blasco vuelven a dejar escapar dos puntos en últimos minutos

El último día que la RSD Alcalá pisó el césped artificial del Antonio Sanfiz de Aravaca fue el 29 de septiembre de 2013 con Antonio Acosta en el banquillo complutense. Tras una primera parte muy igualada, en la segunda mitad llegaron los goles. Diego Antón en el minuto 54 adelantó a los rojillos y Chema en el 81 consiguió la igualada. Reparto de puntos que sirvió de poco a ambos equipos.

Contamos este capítulo porque en la mañana de hoy se ha vivido el día de la marmota. Es decir, prácticamente el guión del partido ha sido similar al de aquel día. Tras el pitido inicial, tanto el Aravaca como el Alcalá salieron a tantearse, sin generar excesivo peligro en ninguna de las dos áreas. Ante la baja de Morato, Fran Blasco decidió adelantar a Altares al centro del campo junto con Maikel dando entrada a Rafa en el centro de la defensa. En un campo con unas dimensiones tan reducidas el juego área es fundamental y con Rafa y Juli Ferrer en tareas defensivas se solventó la papeleta. Con el 0-0 inicial se llegaba al final de la primera parte.

Los segundos cuarenta y cinco minutos tuvieron la raza, la entrega y los goles que no se habían visto en la primera mitad. En el 61, el Alcalá se adelantaba en el marcador después de que Lombán enviase al fondo de la red el balón aprovechándose de una serie de rechaces en el área pequeña. El Aravaca no le perdió la cara al partido y dio un paso al frente para complicar la salida de balón visitante. El premio al esfuerzo llegaría en el minuto 80 cuando Kike puso la igualada en el marcador con un disparo cruzado.

Sin tiempo para más, los dos equipos se retiraron a los vestuarios con un sabor agridulce por cosechar un empate con sabor a derrota sobre todo para los de Fran Blasco que se sitúan  en la zona media de la tabla. La semana que viene visita el Municipal de El Val el Colonia Moscardó, un histórico del fútbol madrileño que llega al feudo alcalaíno con el objetivo de pescar en aguas revueltas.

Por Saúl Quijada