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El balcón en invierno / Por Francisco Javier Rodríguez

El balcón en invierno
Luis Landero
Tusquets Editorial
Colección Andanzas
246 Páginas – 17 €

Salí al balcón, a ese espacio intermedio entre la calle y el hogar, la escritura y la vida, lo público y lo privado, lo que no está fuera ni dentro, ni a la intemperie ni a resguardo, y entonces me acordé de un anochecer de finales de verano de 1964. (p. 31)

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Confieso que he vivido olvidando muchas obras de grandes autores. La desidia, el azar, la maldita manía de elegir novelas por sus portadas o por el título… No sé por qué, pero el caso es que después de Juegos de la edad tardía y Caballeros de fortuna no había vuelto a coger ninguna novela de este genial escritor. La semana pasada salió su nueva obra, El balcón en invierno, un texto que no se decanta ni por el género de ficción ni por el de ensayo, una obra deliciosa, sumamente cuidada en su estructura y escritura, y que seduce, atrapa y enamora como pocas obras de este tipo.

El balcón en invierno nos narra en clave intimista la historia de los recientes antepasados de Luis Landero entre otras curiosidades de tiempos recientes en la historia de un pequeño pueblo de España. Y es que Landero, una vez sin saber cómo enfocar una idea que le surge para una novela, se dedica a picar de aquí y allá y a relatarnos pequeñas anécdotas de sus padres, hermanas y otros familiares y amigos desde los tiempos en que era un niño y vivía en el campo.

En tiempos le preguntaba a mi madre lo que todos los jovencitos ansían saber de los que estuvieron en la guerra, si mataron a alguien. Él decía que cuando estuvo en la infantería no tiraba a dar, o que tiraba con los ojos cerrados, contestaba siempre mi madre. Yo pienso que eso es lo que decían todos. Nadie tiraba a dar, o cerraban los ojos al apretar el gatillo, pero caían como moscas. Para ser una guerra entre ciegos, la masacre que armaron no estuvo mal. (p. 106)

El balcón en invierno, la nueva obra de Luis Landero, es un texto que hay que leer con calma y sin prisa. Bien que su extensión sea corta, pero ello no contradice que la extrema delicadeza en su escritura, con cientos de pequeñas anécdotas e historias, sobre todo ambientadas en la España rural de sus abuelos y padres, allá por los años de recién acabada la guerra, nos lleve a apreciarlo a pequeños sorbos. La original estructura del nuevo libro de Luis Landero es como un tapiz de patchwork, saltando en tiempos y lugares sin ningún orden pero con una cuidada colocación que nos procura momentos de gratos recuerdos en nuestras propias vidas, vidas de nuestras familias muy semejantes a las de los antepasados del escritor. La frustración de sus padres, al ver que el hijo va a elegir un futuro que no es el que ellos desean, de funcionario o abogado, es el punto de partida de esta obra, para luego ofrecernos párrafos de suma delicadeza como cuando nos describe con palabras casi en desuso costumbres de los pequeños pueblos rurales junto a otros en los que nos revela su entrada en el mundo de la literatura. Eso sí, en medio quedan sus devaneos con la música, tratando de ser un gran guitarrista flamenco, gracias a lo cual pudo marcarse un baile con la eterna Sofía Loren en Moscú, o el trabajo de contable en una empresa en la que, en los descansos de las comidas y en fines de semana, pudo perfeccionar sus técnicas con el balón. Tiempos pasados y algunos remotos, junto a otros más recientes, recuerdos claros de infancia junto a otros que poco a poco se nos borran de la mente; y en medio olores, sabores, colores, antiguos objetos y un sin fin de palabras y vivencias que nos conmueven y seducen. Y, como no, el despertar a la literatura con los libros que le hicieron tomar el camino de su vida, el que todos conocemos. ¿Ficción? ¿Biografía novelada? Qué importa. Eso sólo lo sabe el autor. Lo que nosotros apreciamos es la belleza de un texto sin par, un deleite para los sentidos y el intelecto.

Me pregunto (sin ánimo desde luego de obtener respuesta) si los sentidos, desazonados por un escalofrío a deshora, no alertarán a la conciencia de la llegada recurrente de aquella primera tristeza infantil. ¿Somos así de casuales, así de frágiles, de simples? ¿Somos, entre otras cosas, el niño cuya ánima en pena andará siempre errante por las otras edades de la vida? (p. 226)

Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948) se licenció en filología hispánica por la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989(Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arcebispo Juan de San Clemente) y Retrato de un hombre inmaduro (2010), todas ellas publicadas por Tusquets Editores. Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española. Ha escrito además el emotivo ensayo literario Entre líneas: el cuento o la vida (2000), y ha agrupado sus piezas cortas en ¿Cómo le corto el pelo, caballero? (2004). Absolución, su novela más trepidante, es una delicada historia de amor, una cuenta atrás que no da tregua, y un inspirado relato de aprendizaje y sabiduría a través de un elenco de personajes inolvidables.

El balcón en invierno es una impresionante obra, la más personal de Luis Landero, y que hay que leer con calma y lápiz en mano, y si es posible junto a un buen café en un lugar apartado del bullicio. Y qué decir, de lectura absolutamente obligatoria.

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