la Luna del Henares: 24 horas de información

Basilio Martín Patino en el recuerdo / por Vicente Alberto Serrano

Desde la Biblioteca de Babel

En un libro tan peculiar como 100 españoles y Franco (Ed. Planeta) descubrimos unas declaraciones de Basilio Martín Patino que nos sirvieron para ampliar –aún más si cabía– la admiración que sentíamos por su breve, mítica y durante un tiempo censurada filmografía.

Una batalla imposible

Los años de Universidad, cuando decidió dedicarse al cine, los recuerda Basilio, en estas páginas, como la historia de un desgaste de energías desproporcionadas contra el sistema, creando cineclubs, revistas y organizaciones culturales de oposición: «…para introducirnos por las peligrosas fisuras de un monopolio histérico de cautelas y de defensas fanáticas. Una batalla imposible». Cuando se le pide que defina a Franco, responde: «Reconozco que me sería muy difícil valorarle sin caer en el regodeo, casi folklórico, de ensañarme con su imagen triunfalista del ‘hombre más nefasto de la historia de España’. Por qué lo voy a negar. Ha sido el ser que más ha condicionado mi existencia. […] Tendría que referirme a él sólo como a una fatalidad mítica, una pesadilla, un fetiche, al que urge desacralizar». Y vaya que si lo desacralizó –añadimos nosotros– sólo tendríamos que regresar a su película Caudillo para comprobarlo.

Basilio con PablodelAmo

Basilio Martín Patino en compañía del montador Pablo del Amo (Fundación B.M.P.)

Nueve cartas a Berta

Lorenzo, interpretado por Emilio Gutiérrez Caba, es el protagonista de Nueve cartas a Berta, película de 1965. En ella encarna a un universitario que regresa a su Salamanca natal, tras un fugaz viaje a Londres donde ha conocido a Berta, hija de un exiliado español. Tal vez se trate del alter ego del propio director, porque imaginamos que hay mucho de autobiografía a lo largo de esta narración fílmica epistolar, con la que logra describir, en imágenes y comentarios en off, la asfixiante miseria de una vida provinciana que ya creíamos haber vislumbrado en la novela Entre visillos de Carmen Martín Gaite. Pero aquí hay algo más, aparte de los sabios recursos innovadores a la hora de retratar su ciudad, existe un compromiso contra ese sistema con el que Basilio había comenzado a entablar una batalla imposible. El capítulo ‘La noche’ recoge el final de la conferencia de un intelectual regresado del exilio y su posterior paseo por la noche salmantina en compañía de los escasos estudiantes que han acudido a escucharle; con parada y evocación bajo el balcón de Unamuno y posterior irrupción en la Plaza Mayor ante la que el viejo profesor, refugiado en Havard, añora y parece envidiar todo lo perdido, tal vez sin ser consciente o queriendo ignorar este tiempo de silencio en el que están sumidos todos aquellos que le acompañan en su paseo y a los que, por el contrario, sí que les gustaría alejarse de aquellos soportales, cargados de una vergonzosa historia reciente. Irremediablemente nos trasladamos entonces a aquel otro documental posterior. Precisamente Caudillo y las inquietantes imágenes de esa misma plaza engalanada con esvásticas, embajadores del Eje Tokio-Roma-Berlín. Guardia mora a caballo, niños desfilando disfrazados no se sabe de qué y, en off, las patéticas palabras de Unamuno denunciándose asimismo ante la trampa en la que había caído. Con este, su último testimonio: «No hay nada peor que el maridaje de la mentalidad de cuartel con la de la sacristía, porque el grosero catolicismo tradicionalista español, apenas tiene nada de cristiano. La dictadura que se avecina va a ser la muerte de la libertad».

Carteles Patino

Carteles de tres de sus películas.

Canciones para después de una dictadura

Los documentales de Basilio Martín Patino nos llegaron tarde. Habían sido retenidos por la censura durante la primera mitad de una década inquietante. Canciones para después de una guerra (1971), no se pudo estrenar hasta finales de 1976, después de haber superado la amenaza de Carrero Blanco que, en su momento, tras el visionado, ordenó que fuesen quemadas todas las copias. Queridísimos verdugos (1973), filmada clandestinamente con aquellos tres administradores de justicia, ejecutores de sentencias, reunidos frente a unas copas de vino para compartir recuerdos de los gajes del oficio, se estrenó en 1977, el mismo año que pudo presentarse en Berlín, Caudillo (1974). Sin embargo muchas de estas imágenes permanecen aún adheridas en nuestra memoria visual de modo perturbador. Los desoladores fotogramas que ilustran el tema de “La bién pagá” de Miguel de Molina, la chulesca interpretación de Celia Gámez en “Ya hemos pasao”. La escalofriante escena de dos de los verdugos, junto a las tinajas de una taberna, escenificando con un palo el funcionamiento del garrote vil. Franco ejerciendo de ventrílocuo en el mensaje que su hija Carmencita les dedica a los niños alemanes. Con Nueve cartas... Basilio nos demostró que podía hacerse un cine nacional con el mismo y lírico aliento que las películas de Truffaut. Con sus documentales consiguió saturarnos de imágenes y de preguntas sobre la más triste de todas las historias, la de España, como escribía Gil de Biedma: “…porque termina mal”. En 1979 escribía Basilio: «Hacer cine es una forma de objetivar e interpretar esas escondidas oscuridades que nos perturban la existencia, y lograr respirar más libremente». En 2011 declaraba a un periódico: «El ambiente está tan cochino que hay que echarle valor para seguir adelante».

Algunos de sus amigos

Durante mucho tiempo, el periodista Luis R. Aizpeolea y yo, estuvimos empeñados en recoger parte de su memoria prodigiosa en un libro de Conversaciones, porque al fin y al cabo con ella se podría completar los clarificadores retales de una memoria amordazada. Basilio nos mantuvo durante mucho tiempo en aquella ilusión, pero dándonos continuas largas. Hoy nos lamentamos entristecidos, porque no pudimos recoger el valioso testimonio de una época, pero sobre todo es que hemos perdido un referente. esencial. No solo nosotros sino otros muchos amigos que también lo admiraron: Enrique Baquedano, Javier Rioyo, Amancio Prada…