Por Óscar Sáez (*)
Cada vez que visita Alcalá un político, ya sea presidente del Gobierno, ministro, consejero, diputado o alcalde de un pueblo de Extremadura, pronuncia las maravillosas palabras: Alcalá es una preciosa ciudad, Patrimonio de la Humanidad. Y entonces, cada vez que un político pronuncia esas palabras muere un gatito, una reacción que los animalistas tendrían que empezar a mirar.
Cada vez que estos políticos pisan Alcalá se creen que cumplen pronunciando las palabras mágicas: Abracadabra Alcalá Patrimonio de la Humanidad. Se creen que por arte de magia, a los alcalaínos se les va a olvidar que no tienen estación de autobuses, que no se ha constituido el Real Patronato con millonarias inversiones que sí disfrutan ciudades como Santiago o Toledo, que hay un proyecto del río Henares de 18 millones de euros que está cogiendo polvo en algún cajón del Ministerio de Medio Ambiente, que no tenemos un gran auditorio, o que rebosa la basura en nuestro vertedero al aire libre junto a un parque natural –podrían organizar visita en plan DisneyWorld porque no creo que haya muchas atracciones similares en el mundo-.
Sonríen y dicen “Alcalá, Patrimonio de la Humanidad”. Sonríen, pensando, mira ya me he tirado el rollo con los de este pueblo, mientras recuerdan que es lo siguiente que tienen en la agenda. Se creen que han cumplido porque no se creen Alcalá. ¿Nos la creemos nosotros? Quizás ahí resida buena parte de las preguntas y de las respuestas. Es un tema muy serio: no pueden seguir muriendo gatitos.
PD. Propongo a todos los colegas periodistas que contabilicemos desde hoy hasta el 2 de diciembre de 2016 las veces que nuestros ministros, consejeros, diputados y demás que visitan Alcalá dicen las maravillosas palabras.
(*) Óscar Sáez es periodista (@oscarsaez)
